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Terminando la semana pasada, se realizó la convención del Partido Republicano de los Estados Unidos, un espectáculo similar a los que nos tienen acostumbrados artistas como Taylor Swift, solo que aquí se trataba de escoger al candidato y, lo más probable, el presidente de esa Nación. Detrás de la pompa y la infinidad de discursos, se envió un mensaje claro de lo que es la tendencia de un nuevo conservatismo que está avanzando rápidamente en el mundo.
La primera característica de este resurgimiento conservador es el nacionalismo, que se traduce no solo en buscar que “América sea grande otra vez” (Maga), y una exaltación del patriotismo, sino, más allá de eso, en una postura radical contra la globalización, y por tanto en lo político al aislamiento, y en lo económico proteccionismo. Esa política se traduce, y así lo manifestó claramente J.D. Vance, candidato a la vicepresidencia como fórmula de Trump, en abandonar el apoyo a Ucrania en la defensa de su territorio de la invasión rusa, y poner en riesgo, como lo ha manifestado el mismo Trump, a la existencia misma de la Otan. Es claro que de seguirse esa política, el mundo entrará en una incertidumbre frente a los retos de un equilibrio geopolítico, en el cual hay grandes y nuevos jugadores como Rusia y China.
Desde la perspectiva económica, el llamado es al proteccionismo. En el discurso de aceptación de su candidatura por el partido, Trump fue claro en que buscaría eliminar la amenaza que representa para el empleo de los trabajadores norteamericanos la importación de mano de obra barata, lo que claramente se traduce en el anuncio de aranceles y el abandono de las políticas de libre comercio que llevaron a la suscripción de tratados de libre comercio como el que suscribió con Colombia. Esta postura significa un vuelco radical de lo que ha sido tradicionalmente el pensamiento republicano librecambista, y se parece más a posturas de la izquierda que no cree en las ventajas comparativas que trae consigo el libre comercio.
Otro aspecto relevante de ese nacionalismo es la determinación de poner fin a la migración ilegal, que durante los últimos años hemos estado viendo y que se inicia en la frontera colombo-panameña. Y complementario a esto, iniciar un plan de deportaciones masivas de inmigrantes ilegales, que hoy en día se cuentan por los cientos de miles.
Todas las encuestas indican que Trump será el próximo presidente de los EE.UU, y el despreciable intento de asesinarlo le ha dado un impulso adicional en ese camino. El Partido Demócrata está de capa caída. Sus alfiles más importantes lograron la renuncia de la candidatura de Biden y se perfila una candidatura de Kamala Harris con grandes retos por delante. Los demócratas están divididos, y los partidos divididos se caen.
Dada esta realidad, Colombia debe prepararse para una presidencia de Trump con todas sus implicaciones. En el afán proteccionista, puede caer el trato preferencial que tiene el país mediante el TLC. ¿Tenemos la infraestructura y los recursos para recibir decenas de miles de colombianos que serán deportados a nuestro país, cuando a duras penas logramos copar con los migrantes venezolanos? No hay duda de que una administración Trump será menos benévola con las políticas de paz total y podremos llegar a volver a ver a los grupos alzados en armas, con los cuales Petro intenta negociar la Paz Total en las listas de terroristas. Los tiempos de Trump pueden ser complicados dada la realidad que vive Colombia.