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Analistas 06/08/2024

La verdad

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

La verdad es un concepto que los filósofos desde Aristóteles, pasando por Hegel y aquellos más contemporáneos han venido definiendo sin que exista una versión en la cual puedan coincidir diferentes corrientes de pensamiento. Lo que es verdad para algunos no lo es para la totalidad de la gente en la medida que en ella se esconden creencias colectivas, sesgos religiosos y otros ideológicos entre muchas otras variables sociales y políticas, esto es cierto inclusive en campos de la ciencia.

Como si este debate no fuera lo suficientemente complejo, ahora nos enfrentamos con un nuevo concepto que conocemos como ”posverdad”, que la Real Academia Española (RAE) define como la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. La posverdad acaba relativizando las realidades haciendo que lo subjetivo se convierta en objetivo o simplemente inventando un mundo inexistente con el fin de crear desinformación con propósitos oscuros. A medida que se han venido democratizando los medios de información, primero con la aparición del internet y los dispositivos móviles y el auge de los medios sociales, la capacidad de divulgar verdades o posverdades ha explotado exponencialmente. Cuando la divulgación de la información se limitaba a algunos medios, claro que existían verdades a medias o grandes mentiras, pero existía mayor confianza y seguridad para el lector u oyente, y esa confianza ha venido desapareciendo ante el bombardeo de falsas informaciones de las fuentes menos pensadas.

Ante la avalancha de verdades a medias y flagrantes mentiras producto de un mundo cada vez más polarizado en el cual cada bando tiene sus verdades, algunos medios e instituciones se han dedicado a corroborar hechos o situaciones demostrando que desde los discursos de los jefes de estado hasta en los medios más serios y que no decir en las cuentas de X la posverdad es más frecuente que la verdad. A ello se suma el auge de las Teorías Conspirativas que crean verdades traídas de los cabellos para justificar persecuciones inexistentes o simples fantasías.

Como cualquier enamorado, las masas cautivas por un caudillo contemporáneo están dispuestas a creer lo que su jefe indica así parezca descabellado y es por ello que el afán por ceñirse a los hechos ha desaparecido del discurso de líderes quienes acaban acondicionando los hechos y la realidad a su acomodo personal para justificar lo injustificable. Las bases que apoyan al expresidente Trump creen ciegamente que a su candidato le robaron las elecciones hace cuatro años, así se haya demostrado hasta la saciedad que el resultado reflejaba la voluntad de los votantes, mientras que en Colombia algunos twitteros y distinguidos congresistas están convencidos que el hecho de haber destapado la prensa actos graves de corrupción en el gobierno, son inventos y parte de un “golpe blando” de las oligarquías, como lo afirma el jefe.

Ahora nos enfrentamos a una posverdad en la región que solo puede sostenerse por vía de la fuerza o la clara desfachatez. Se trata desde luego del triunfo del Maduro en las recientes elecciones de Venezuela. Para los venezolanos la verdad de ese triunfo se impone con la persecución y el asesinato para algunos de nuestros compatriotas, incluyendo sectores del gobierno, esa posverdad se justifica con descaro y cinismo. Tanto el populismo como las dictaduras buscan imponer sus verdades.

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