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En su libro ‘Vamos’, Luis Alberto Moreno, quien fue por 15 años presidente de Banco Interamericano de Desarrollo, propone “siete ideas audaces para una América Latina más próspera, justa y feliz”, que resultan oportunas de cara a unas elecciones presidenciales que elegirán a un Presidente, quien tendrá a su cargo una de las coyunturas más difíciles de los últimos tiempos.
Después de una introducción donde pone de presente el tremendo impacto del covid sobre la población de la región, alerta sobre una nueva década perdida para estos países. Nuestros países, como en clase de baile, andan dos pasitos para adelante y dos pasitos para atrás. Lo ganado en la década del 10 al 20 se está yendo por la borda en la década actual y eso es cierto en todos los campos de la economía y la sociedad. Es cierto en los logros que se habían alcanzado para mitigar la pobreza, es así en la destrucción de la clase media y en el deterioro de los principales indicadores económicos.
De primero en la lista de los problemas que debe abordar la región está, sin lugar a dudas, la pobreza, pero lo que hace más grave esa pobreza es la desigualdad, que en nuestra región parece más pronunciada que en otras regiones del mundo. Esas brechas en la sociedad han generado en los últimos años airadas protestas en las calles de casi todas las principales ciudades de América Latina. En Chile el detonador fue la tarifa del transporte público y en Colombia un paro nacional; pero allá y acá, los jóvenes y los inconformes se lanzaron a una protesta legítima porque a pesar del trabajo y el esfuerzo de años, sus familias vivían al día y con escasas oportunidades de progreso. Se han hecho en varios países esfuerzos por dar respuesta a la combinación de pobreza e inequidad con subsidios dirigidos a la población más vulnerable y reformas fiscales, programas que deben seguir, pero argumenta Moreno que la estrategia que puede tener mayor impacto es una elevación de los salarios.
La integración con los vecinos, que debería ser una consecuencia lógica de naciones que comparten historia, cultura e idioma ha sido un imposible. Después de múltiples ensayos integracionistas, la constante es la pelea y el distanciamiento. Si la región quiere progresar, tiene que encontrar en su vecinos aliados y no enemigos.
Es necesario trabajar con los Estados Unidos, argumenta Moreno, en iniciativas que signifiquen transformaciones esenciales, y para ello pone el ejemplo del Plan Colombia, que permitió salir de una coyuntura difícil y sentar las bases de un Estado viable y, finalmente, de la suscripción de una acuerdo de paz. De manera sensata, el libro advierte que mantener esas conversaciones productivas con Washington no significa cerrar las puertas a Pekín, que de manera creciente se está convirtiendo en un importante socio para nuestros países.
Cierra el trabajo con cuatro llamados importantes, como son respaldar el emprendiendo basado en la creatividad de los latinoamericanos y pone como ejemplo al chef, Gastón Acurio, que logró posicionar en el mundo la cocina peruana. Es el llamado a la Economía Naranja. Un segundo llamado es a dejar nuestro complejo de “perro callejero” y ser capaces de creérnosla. Un tercer llamado oportuno es a elegir jefes de Estado predecibles, que no arrasen con lo construido en su afán por el cambio, y finaliza con un llamado a la inclusión, que no es solo la de género y raza, sino también las de los jóvenes marginados por educación deficiente.