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En marzo de 2020 se hizo evidente que el SARS-2 era un virus mortal y con una capacidad de transmisión tal que la humanidad se vio abocada a la declaratoria de un pandemia. Estábamos ante un fenómeno que ninguna de las generaciones que habitan el planeta conocíamos. Cayó repentinamente y sin aviso previo y tomó a gobiernos, empresas y sociedades con la guardia baja y sin tener la mas remota idea como afrontar la tragedia.
Se presagiaba que la pesadilla pasaría para mediados del 2020 y las voces mas pesimistas, daban como fecha para el despertar de esa horrible noche los finales del año. Mientras tanto se daban palos de ciegos. Cuarentenas estrictas y aislamientos que llevaron a las economías de los países mas pobres a la banca rota y a su población a la miseria. Cuarentenas acompañadas de medidas policivas y la instauración del poder autocrático de los mandatarios que creían que con sus políticas autoritarias estaban salvando la humanidad. Todo fracasó.
Se aseguraba una inmunidad de rebaño después del primer pico, que como un castillo de naipes fue enviando a lo largo del primer semestre a millones de personas a la muerte. Pero no; después de ese primero vino un segundo y luego un tercero mientras esperamos el cuarto. Y al igual que en el primero, en los sucesivos picos fueron muriendo primero los mas vulnerables; los viejos, los diabéticos, los hipertensos, los obesos, pero ya para el tercero empezaron a caer menores de 50 y así fue avanzado hacia atrás hasta llevar a las salas de cuidados intensivos a los niños.
Se desprestigiaron los gobiernos, se descuadernaron las empresas y nos enloquecimos los ciudadanos que quedamos sin rumbo, inmersos en un limbo y sin saber que nos deparaba el futuro. La crisis provocó el estallido social contra la pobreza pero también contra el aislamiento. Miles de jóvenes y madres y pensionados y desempleados salieron en París, Madrid y Bogotá a desafiar las medidas, a desafiar los gobiernos pero sobre todo a desafiar la pandemia. Llevada al extremo la gente se volcó a las calles y perdió el temor al virus. Pero no solo a desafiar sino a trabajar, al rebusque, a la mendicidad. Salieron en los Estados Unidos a protestar contra los tapabocas, salieron en Madrid a protestar contra las cuarentenas y salieron en los pueblos y ciudades de Colombia a protestar contra el establecimiento.
Empezando el 2021 se anuncio el milagro de la ciencia. En una carrera sin precedentes, , científicos de China, Rusia, Inglaterra, Estados Unidos y hasta Cuba produjeron vacunas que prometían el fin de la pesadilla. Lo que antes tomaba diez año, ante la tragedia, tomo uno y las agencias estatales que regulan las vacunas corrieron diligentemente a validar y autorizar la aplicación.
Se vislumbró un destello de luz al final de este largo y oscuro túnel. Al ingenio de la ciencia sucedió la rapiña consecuencia de tener que vacunar en el menor tiempo posible a mas de 5 mil millones de habitantes. En esa rapiña, como en todas, salieron triunfantes los mas ricos. Mientras en unas naciones abundaban las vacunas en otras no existían.
Cuando a pesar de la disparidad se creía que con restricciones a los viajeros procedentes de los países no vacunados y el tiempo, la humanidad superaría el escollo, aparecieron las variantes; la delta, la MU y quien sabe cuantas mas. Los gobiernos bajaron la guardia y la humanidad se esta adecuando poco a poco a vivir con una tragedia sin fin.