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Analistas 12/07/2022

Prudencia

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

En la segunda vuelta presidencial todo el país voto por el cambio. Así se manifestaron los que votaron por Rodolfo e igualmente lo hicieron los que votaron por Petro. Hay un mandato claro para que desde el gobierno se cambien las cosas ya que el sentimiento generalizado es que como vamos, vamos mal. Ahora bien, la pregunta que uno se hace es aquella de en que consiste el cambio. ¿Qué es lo que hay que cambiar? Todo, la institucionalidad, la clase política, los organismos de control, la tenencia de la tierra, el esquema de tributación en fin como diría el presidente Gaviria un nuevo revolcón.

Oponerse a que hay que cambiar, así no sepamos muy bien que es lo que significa el cambio, es negar la realidad y el sentimiento mayoritario de los ciudadanos, pero será que se puede cambiar todo al tiempo sin generar traumatismos que hagan inocuos y en el peor de los casos dañinos los cambios. Veamos; el equipo entrante de gobierno ha anunciado cambios fundamentales en prácticamente todos los frentes. En la tributación con una reforma que el ministro entrante llamo “estructural” y que promete recaudar mas de lo que ha recaudado reforma alguna en el pasado.

En el campo agrícola la ministra entrante anuncia una revolución agraria con la transformación de millones de hectáreas que en la actualidad están dedicadas a la ganadería. Una revolución que mediante un catastro multipropósito grave de tal manera la tierra en función de su productividad que obligue a los ganaderos bien a vender sus tierras o a convertirse en agentes “productivos”. Un revolcón total en la salud que saque de las manos de agentes financieros (según la ministra) al sistema de salud para entregárselo al estado que tiene la obligación de suministrar este servicio básico.

Este entusiasmo de cambio, en el cual lo único que ha cambiado es la tasa de cambio

Una reforma en la educación con construcción de universidades y colegios en cuanto lote apto encuentren los alcaldes sin saber muy bien de donde saldrá la plata y los docentes que ejercerán en esos planteles. En fin, se puede seguir mencionando reformas anunciadas en la fiscalía, la procuraduría en el sistema electoral, en la policía, en el ejercito y así ad finitum.

Será posible adelantar todas estas reformas y que ellas se aclimaten en un período de cuatro años sin generar incertidumbre y descontento. Será que podrá el gobierno entrante refundar la nación en un período tan corto y dar al traste con lo construido. Algo bueno habrá que existir que merezca que no se cambie, sino que se mejore. Por ahora todos parecemos estar felices. Estamos en la feria del cambio a la cual se sumaron casi todas las fuerzas políticas sentando las bases para que esos anhelados cambios pasen sin cuestionamiento en el congreso. Un nuevo Frente Nacional sin oposición capas de detener o siquiera cuestionar la aplanadora del cambio.

El tema es que este entusiasmo de cambio, en el cual lo único que ha cambiado es la tasa de cambio, tiene dos factores que no se están teniendo en cuenta. El primero es que casi la mitad de los ciudadanos votaron en contra del cambio radical (ese si) de Petro sino por un cambio enfocado a detener la corrupción. El segundo es, como dicen las señoras, que el palo no esta para cucharas en el ámbito internacional. Se avecinan tormentas que aconsejarían no mecer mucho el bote por que de golpe en medio de la tormenta este zozobra. El panorama internacional recomienda prudencia en lo económico mientras que la existente polarización interna recomienda prudencia en lo nacional.

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