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El excelente libro del escritor colombiano Pablo Montoya en el que el emperador Marco Aurelio relata aspectos de su vida, su pensamiento y su gobierno, trae un dialogo entre el emperador y su amigo Livio Tértulo, y en este, el interlocutor del emperador le pregunta que significa ser romano. Ante este interrogante Livio recuerda que, hecha esa pregunta a un niño de escuela, el estudiante respondió; cortar cabezas, recordando la práctica frecuente de castigo romano. El dialogo continua y Marco Aurelio reflexiona sobre la bondad y la maldad de los romanos, concluyendo que en los romanos “hallarían rasgos abominables, pero también magnánimos”.
Otro tanto podríamos decir ante la misma pregunta de qué significa ser colombiano. Encontraríamos que en el ser colombiano hay rasgos de diferente naturaleza, pero nos podríamos aventurar a señalar algunas características que como observador de nuestra realidad relata lo que significa ser colombiano. Significa creer que el trabajo duro da sus frutos, así eso no sea siempre cierto, significa ser optimista y resiliente y en consecuencia como se dice popularmente ponerle buena cara al mal tiempo. Significa ser “rebuscador” y no quedarse varado y si se quiere ser emprendedor, aunque la realidad nos demuestre que esos emprendimientos en la mayoría de los casos son de corto alcance.
En la otra cara de la moneda podríamos decir que ser colombiano significa ser “vivo”, expresión muy nuestra por la que se entiende coger atajos para evitar seguir la reglas, abusar de los demás, o como dice la canción “el vivo vive del bobo y bobo de la mama”. Ser colombiano significa “sabérselas todas”, lo que demuestra falta de profesionalismo y rigor en el estudio y sobre todo improvisación. Ser colombiano significa ser intolerante hasta la violencia. Tenemos razón y no queremos oír la razón del contrario. Esa faceta nos ha llevado a una sobra permanente de confrontación desde lo político hasta lo familiar y ha ocasionado infinidad de muertes violentas en nuestra historia. Finalmente ser colombiano puede significar ser egoístas, ajenos al trabajo común, a la colaboración comunitaria y finalmente provincianos y creemos que lo que hacemos es lo mejor porque desconocemos lo que otros hacen.
Pero no cabe duda qué este ejercicio cae en los estereotipos que nos hemos ido formando inmutablemente como si las sociedades no se transformaran con el tiempo y las circunstancias. Ya Virginia Gutiérrez de Pineda, la antropóloga colombiana, nos hacía ver que estos estereotipos no parecen tan claro a la luz de la estructura de las familias en función de las regiones geográficas y los estratos sociales. Es por ello que la pregunta formulada puede ser pertinente a luz de nuestra realidad actual.
Sería importante conocer la respuesta de niños de escuela en diferentes regiones del país. Mientras que para un niño caucano temeroso de ser reclutado por algún ejercito irregular y amedrentado en medio de confrontaciones que en muchas ocasiones amenazan la población civil tal vez la respuesta sea que ser colombiano significa vivir atemorizado y al borde del desplazamiento, para un niño estrato 6 de colegio bilingüe de Bogotá que nace con todos los privilegios, ser colombiano signifique bienestar y un mundo de oportunidades.
Lo cierto es que este ejercicio muy necesario probablemente terminaría mostrando una falta de identidad nacional que vaya más allá de la bandera el himno y la selección de fútbol.