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No hay la menor duda que el ambiente internacional no es el más favorable. Desde los años de la pandemia la incertidumbre se ha convertido en una enorme sombra que empaña la tranquilidad de la economía global.
Sumado al efecto inflacionario de los subsidios que todos los países del mundo dispensaron, se sucedió la disrupción en el normal flujo de las cadenas globales de suministro y para rematar la invasión rusa a Ucrania, además de una incertidumbre adicional, ha generado problemas en el suministro de granos del mundo, echándole más gasolina a la inflación. Las políticas antiinflacionarias que se centran en alzas en las tasas de interés han dificultado a su vez una recuperación tan expedita como se desearía.
En resumen, podríamos decir que “el palo no está para cucharas” y que en estas circunstancias se requiere un enorme tacto y una gran prudencia en el manejo local si queremos navegar sin naufragar en estas aguas turbias. Y eso; tacto y prudencia es lo que la ha faltado en el gobierno en su primer año. Confiados en haber pasado por el congreso una reforma tributaria que le dará mucho oxígeno y con la tasa de cambio bajo control, parecería ser que el gobierno consideró que ya había pasado lo peor.
Por un lado, con una gran chequera producto del recaudo de los nuevos impuestos, y por otro interpretando la estabilidad de la tasa de cambio como un signo de confianza en la economía se han desbordado todo tipo de propuestas que van desde los subsidios multimillonarios a los jóvenes delincuentes y al transporte, la congelación de los peajes, las compras de tierras y otra serie de arandelas de una política asistencialista, sin contar con el costo de las reformas propuestas.
Pero ni lo uno ni lo otro; ni gran holgura en las finanzas ni confianza total en el futuro de la economía y del país. El Comité Autónomo de la Regla Fiscal alertaba hace apenas un mes largo que “El incremento de 1,2% del PIB en el gasto primario que se programa entre 2023 y 2024, impone una mayor presión sobre las cuentas de la Nación y revierte los logros en ajuste primario alcanzados después de la pandemia”.
Esto entre otras porque en los cálculos del gobierno hay cuentas alegres de recaudos que no son rentas permanentes. Si a ello se suman los huecos que viene de atrás y que es necesario cumplir para evitar bien un colapso del sistema de salud, por cuenta de las deudas a las EPS o un apagón por cuenta de las deudas a las electrificadoras o un déficit fiscal descontrolado por cuenta de los subsidios a la gasolina, es claro que no solo no hay holgura, sino que las finanzas requieren un manejo prudente.
La confianza en el futuro desempeño de la economía tampoco va bien. En julio de este año el Índice de Confianza del consumidor cayó 3,3% llegando a -17.4%, mientras el índice de Confianza Industrial se situó en -2.2%, y en general el clima de confianza es adverso como bien lo señalo el presidente de la junta de la Andi en el reciente encuentro empresarial.
Esta realidad se está haciendo manifiesta en muchos indicadores. Se cayeron las ventas de automóviles, se cayeron las ventas de vivienda, se cayeron los indicadores de la Bolsa de Colombia, caen las ventas del comercio y la Cepal pronostica que Colombia será el segundo país de menor crecimiento en la región Sin embargo con todas estas señales de alarma el presidente sigue de “Jefe de la Oposición” generando más desconfianza y exigiendo mayor gasto público. Prudencia!!!