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Se ha dicho que la política es el arte de lo posible; algunos han dado el giro a esta máxima, atribuida a múltiples autores, y han planteado que la política es el arte de lo imposible. A la luz de los acontecimientos que estamos viviendo en Colombia en estas elecciones, parecería que nuestra realidad está más cercana a la segunda acepción. Quién pensaría que el Presidente de la apertura comercial, de la Constitución del 91 que institucionalizó la independencia del Banco de la República, el que introdujo la esencia del neoliberalismo al país, sea el mismo dirigente político que busca una alianza, con miras al poder, con quien defiende todo lo contrario. En efecto, el famoso tinto del expresidente y director del Partido Liberal, César Gaviria, con el candidato, Gustavo Petro, parecería el arte de lo imposible.
El candidato, Petro, ha planteado claramente que renunciará al Tratado de Libre Comercio Suscrito por Colombia con los Estados Unidos, que fue la consecuencia del proceso de liberación comercial iniciada por Gaviria; igualmente argumenta que el Banco de la República debe servir de instrumento del Gobierno para financiar proyectos, anulando la independencia del Emisor, y ha planteado una política de promoción industrial y agraria, que se basaría en la eliminación de la competencia internacional mediante altas barreras arancelarias, lo que de sucederse anularía por completo “la gran obra” del gobierno Gaviria.
Este acercamiento, que inclinaría de manera significativa la balanza a favor del candidato, puede tener tres explicaciones posibles. La primera sería que el transcurso de los años han llevado a que el Presidente haya revaluado su posición; la segunda, que como un Caballo de Troya y en una estrategia audaz quiera infiltrar la campaña para neutralizar las ideas poco ortodoxas del aspirante; y la tercera, que le importe poco lo que pase con tal de acceder al poder. Veamos. La primera hipótesis es el desencanto por las políticas que impulsó en su gobierno. Para todos es sabido que si bien esa escuela económica ha traído estabilidad macroeconómica al país y reconocimiento por la seriedad en el manejo de las finanzas públicas, no es menos cierto que después de más de 30 años de ese “revolcón” la mitad de la población está en la pobreza, y en el frente internacional nuestra inserción en los mercados externos fue un tremendo fracaso. Si ese fuese el caso, cabe preguntarse si la fórmula que propone Petro es la respuesta adecuada para enfrentar esa realidad.
La segunda hipótesis del infiltrado neutralizador supone, además, del apoyo la consolidación de fuerzas parlamentarias, lo cual no es difícil dada la experiencia del Partido Liberal en la distribución de mermelada y, probablemente, el Ministerio de Hacienda para alguien defensor de las tesis gaviristas de antaño, tal vez su hijo Simón. La tercera hipótesis que argumenta que todo se puede sacrificar en aras del poder parece las más plausible. Después del distanciamiento del Partido Liberal del gobierno Santos y el desierto político de la administración Duque, el gran jefe seguramente considera que esta es la oportunidad de oro para hacerse al botín del estado. Habrá para Simón, pero también para engrasar las maquinarias un poco oxidadas que permitan el renacer en el siglo XXI del Gran Partido Liberal.
Cualquiera que sea la razón estaríamos viendo que se convertiría en realidad la máxima anunciada que la política es el arte de lo imposible.