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Por unos años pensamos que se había instalado en poder de los Estados Unidos una suerte realeza hereditaria, en la cual se alternarían el poder los Bush y los Clinton. Cuatro años de Bush padre, ocho de George W y veíamos cerca otro tanto de Jeb (Low energy Jeb) para un total de 20 años. Por su parte se tuvieron ocho años de Clinton, cuatro de Hillary (Crooked Hillary) como Secretaria de Estado preparándose para recibir el trono y si todo salía bien ocho más en el trono para un total de otros 20 años. Las aspiraciones de las familias reales sumaban en total 40 años!!!!! Y en fila estaba Chelsea que pronunció sentido discurso para presentar a su madre en el cierre de campaña.
Los países latinos somos dados a este tipo de dinastías y para la muestra la coronación en Nicaragua de Su Majestad Daniel Ortega y Su Excelencia Rosario Murillo, esposa del democrático jefe de estado y vicepresidenta de la nación. En Colombia no escasean los ejemplos de las familias dinásticas; dos López y medio, dos Lleras y uno en línea, dos Ospinas y que hablar de los Condados regentados por la nobleza regional que hereda la corona (y el presupuesto) a sus esposas, hijos, nueras, sobrinos como en cualquier sociedad medieval.
Pero así como nosotros estamos encariñados con la nobleza y aspiramos a pasar a manteles con los Windsor los gringos se aburrieron de su nobleza y propinaron tremendos baldados de agua fría a las dos dinastías; primero en las primarias del partido republicano y luego en las elecciones presidenciales. A los gringos no les gusta la nobleza... les gusta el entretenimiento. No es la princesa Diana y su más reciente versión Kate, sino las Kardashan y Kania West lo que verdaderamente le mueve la aguja al pueblo americano. Y así procedieron en política!
Donald Trump es una versión política del entretenimiento llamado a reemplazar la nobleza aborrecida. Tiene las características de todo buen “entretainer” del siglo XXI. Como los raperos de moda que acompañan con letras escatológicas y explícitas sus ritmos disonantes, sabe que ser “políticamente incorrecto” pega. La poca osadía de la Clinton no le alcanzó para entender la nueva onda de ser políticamente rebelde. A lo máximo que se atrevió Hillary fue a subir a JC a un escenario donde se acariciaba sus partes nobles enloqueciendo a las multitud. Tampoco le funcionó cerrar campaña como cualquier senador en plaza pública con el equivalente gringo de Pipe Manjarrez (Bon Jovi & Bruce Springsteen). Los otros “celebrities” y “entretainers” que acompañaron la candidatura demócrata no eran la figura central que si lo era Trump. El era el “celebrity” el era el “entretainer”.
Todo lo incorrecto gusto. Como una especie de rapero de la supremacía blanca insultó a los musulmanes, a los latinos, a las mujeres y ¡su ritmo pego!. Batió records, derribó mitos, cambio el mapa político y las costumbres que eran regla de oro en la política del imperio. Melania por su parte es el complemento ideal. Modelo vestida y desnuda, a la moda y con ella los niños, una especie de familia Von Trap a la Hollywood.
La pregunta que cabe formularnos es qué papel jugará nuestro pequeño país, nuestra nobleza criolla, nuestro ilustre Nobel, nuestros mansos guerrilleros, nuestro prohombres en esta puesta en escena en la cual los del sur del Río Grande no servimos ni de utilería. Salvo claro está que exista algo que al actor principal le disguste de nuestro comportamiento en cuyo caso la comedia se nos puede convertir en tragedia y nos dirá… ¡you are fired!