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La filosofía oriental nos puso de presente el dualismo en el universo con los conceptos del Yin y el Yang, fuerzas interdependientes que, aun siendo opuestas, se complementan y de cuya interacción surge el equilibrio que da paso a la armonía. El ejercicio de la gerencia, como actividad humana, nos pone de manifiesto en forma cotidiana tales tensiones entre fuerzas, las cuales no son siempre opuestas. En una consultoría reciente identificamos más de 20 tensiones cotidianas, donde dos de ellas suelen ser de especial interés en las conversaciones de las Juntas Directivas, de los comités ejecutivos o en las sesiones de estrategia en las empresas.
En primer lugar, la tensión entre la gestión del corto plazo y la visión del largo plazo. Nuestras culturas latinas se caracterizan por su tendencia a privilegiar el corto plazo, y factores como el esquema tradicional de incentivos a la alta dirección y el tipo de propiedad, por ejemplo el estar la empresa listada en una bolsa de valores, exacerban tal condición. La claridad en la estrategia de la empresa es fundamental para garantizar que lo que hacemos hoy es coherente con el mañana que imaginamos, pero en entornos tan cambiantes es común encontrar que los caminos que diseñamos hoy hacia el futuro dejan intempestivamente de ser los obvios. Y aparecen así nuevas tensiones: entre lo urgente y lo importante, entre lo coyuntural y lo estructural, entre lo no planeado que requiere atención pronta y el plan original.
Una segunda tensión clásica es aquella entre la rentabilidad y el crecimiento. No siendo siempre incompatibles, con frecuencia el crecimiento trae consigo riesgos, costos y complejidades, todos ellos amenazas para la rentabilidad. Diversificarse e innovar, por ejemplo, son rutas para el crecimiento que no están libres de dificultades y que traen implícita una dosis de incertidumbre.
Estas tensiones, que aparecen y desaparecen, que varían de intensidad en el tiempo, y que son reconocidas como inherentes al ejercicio gerencial, son incluso motivo de investigación y han sido denominadas por los académicos contemporáneos como “pares dialógicos” o parejas que dialogan, en una clara referencia al reto que tenemos como ejecutivos de entender la complementariedad entre tales fuerzas y de encontrar, para cada organización, el adecuado equilibrio entre ellas dada su inevitable presencia.
Visto desde la práctica, enfrentar tales tensiones como un espectro entre dos extremos en el cual es posible encontrar un justo medio adecuado a la estrategia para cada caso, más que como dilemas en los cuales es indispensable escoger alguno de sus extremos, es el camino más razonable. Así entonces, convivir cómodamente con un oficio donde abundan estas tensiones se convierte en una valiosa competencia gerencial, y nos recuerda que la administración es un oficio que tiene tanto de ciencia como de arte. De allí que la experiencia sea un activo fundamental para su exitoso ejercicio.
Heráclito, un filósofo griego, nos invitó a ver el mundo desde la aceptación del cambio incesante, como un proceso continuo de tensión y transformación al que nada escapa y mediante el cual se llega a la armonía. Y nos dejó esta frase de esperanza útil para perseverar en procura de encontrar múltiples equilibrios entre tantas fuerzas que en tensión dan origen a los dilemas gerenciales: “La armonía invisible es mayor que la armonía visible”.