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Abraham Maslow fue un sicólogo humanista norteamericano que desarrolló una teoría sobre las motivaciones humanas; él las explica desde una aproximación jerárquica y su hipótesis es plasmada en lo que se conoce como la Pirámide de Maslow, la cual ubica las más importantes en la base (lo fundamental) y así hasta la más alta.
En el primer nivel se encuentran las necesidades básicas del ser humano, aquellas que son fundamentales para su supervivencia como hidratarse, comer o respirar. Una vez estas se van cubriendo, se va escalando al siguiente nivel y así hasta llegar al quinto que es la autorrealización. Si bien mi intención no es profundizar sobre lo anterior, sí parto de esta escueta explicación para compartir una reflexión que llevo semanas observando, y es sobre el porqué de esa diferencia de preocupaciones que tenemos nosotros en los países en desarrollo versus las preocupaciones que tienen los países desarrollados y cómo deberíamos abordarlas.
Ya lo decía Yuval Noah Harari en la introducción de su libro “21 lecciones para el siglo XXI”: pensar en el panorama global es un lujo relativamente escaso. Harari pone como ejemplo a una madre en Bombay que en vez de estar preocupada por el calentamiento global, está pensando en cómo arreglárselas para darle de comer a sus hijos.
Problema que no tiene una joven como Greta Thunberg, nacida en Suecia, país nórdico de poco más de 10 millones de personas y uno de los más ricos del mundo con una calidad de vida envidiable. Greta seguramente no está preocupada por las tres comidas del día, un techo donde dormir y demás necesidades básicas.
Pero nosotros en Colombia vivimos comparándonos con países como Suecia, cuando nuestra realidad es tan lejana a la de ellos: tenemos una población que casi los quintuplica, y aproximadamente el doble en situación de pobreza (alrededor de 40 % de los colombianos). Por eso es tan frustrante la desigualdad e inequidad de la actual transición energética.
Esta asimetría en calidad de vida y desarrollo socioeconómico entre países nórdicos/desarrollados y Colombia, debería ser tenida en cuenta al momento de copiar sus políticas energéticas y climáticas, pues los primeros ya han cubierto sus primeras necesidades y, en gran parte, tienen resuelto el dilema de la pobreza energética.
Si bien estamos de acuerdo en que el actual sistema de energía no es sostenible, en lo que países como el nuestro deben trabajar, es una receta donde la base de la pirámide sea el punto de partida de una transición justa bajo la premisa de que “nadie se quede atrás”, incluyendo una buena dosis de planeación, análisis de datos y gobernanza. Siendo así, los tomadores de decisión deben entender su rol y la responsabilidad que tienen con los ciudadanos. En cuestión energética deben poner especial atención a lo que implica la transición para cada uno de sus países y el rol de cada cual en el sistema mundial, dando prioridad a las necesidades locales.
Los países ricos pueden apoyar las ambiciosas políticas climáticas de las economías en desarrollo, pero esto debe ser una búsqueda complementaria a las políticas públicas que prioricen el desarrollo económico y la superación de pobreza. Y no olvidarse de la pobreza energética, especialmente en un país como el nuestro que aún no termina la transición de la leña a energías modernas.