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Escribo esta columna desde Oslo en donde comparto con 36 compañeros y compañeras de 18 nacionalidades diferentes. Si bien los perfiles de todos son muy diversos, hay un punto de convergencia en el grupo: la energía es objeto de preocupación en cada uno de los países de origen y ninguno, tiene la fórmula final para la transición.
La primera conclusión de esta experiencia es indefectiblemente la irrelevancia de Colombia en el sistema energético mundial, si bien a nivel nacional la discusión sobre energía es uno de los centros de la matriz de opinión, y en buena hora tomó fuerza, el reto en este escenario ha sido explicar el por qué el interés de Colombia en esta conversación.
Lo siguiente es el principio de realidad sobre la transición: antes de 2022 todo el peso del trilema de la energía estaba en la punta de la transición energética, en un claro desbalance frente a las otras: seguridad energética y el abastecimiento de energía asequible y confiable, hoy la pregunta de todos los países desarrollados es ¿cómo balancear las puntas del triángulo?
Parafraseando al Consejo Mundial de Energía, el trilema se refiere a cómo los objetivos energéticos (las puntas del trilema) de los gobiernos entran en conflicto. Hoy, sin duda alguna, el balance cambió, y para la mayoría de los países, es ahora la seguridad energética el principal problema a resolver.
Y es que la guerra en Ucrania ha recordado al mundo lo frágil que es el sistema energético y lo fundamental, incluso, que puede ser para la seguridad nacional. Lo anterior explica la “patraseada” de países como Alemania que están poniendo en marcha centrales de carbón, mientras los proyectos de renovables afrontan presiones por el coste de la energía.
Las prioridades entonces se contraponen y sin gas fluyendo en la misma cantidad desde Rusia a Europa, es difícil sostener la fórmula de la transición que estos países utilizaban y promovían desde una superioridad moral verde antes del 24 de febrero de 2022. Lo que de verdad había detrás de esa fórmula era “combustibles fósiles sí, pero no producidos aquí.”
Por eso es fundamental entender que las realidades energéticas de cada país varían, es decir, no hay un kit talla única que compremos de los países desarrollados y de los organismos multilaterales. Al contrario, debe entenderse el contexto país, y saber que, las generalizaciones son bastante peligrosas. Por eso no son extrañas las opiniones de los estudiantes de los países africanos en donde cuestionan la presión para adoptar el modelo de transición energética “europeizado”.
La pregunta fue ¿por qué copiar un modelo de países que no solamente no tienen su trilema solucionado, sino que además, desconocen la realidad de los países en desarrollo?
El dilema de la política energética es cómo abordar el trilema energético, entenderlo dentro del contexto y diseñar políticas que logren balancear las puntas, es el mayor reto para los tomadores de decisión. La transición y la descarbonización son importantes y debe avanzarse con las metas, pero en países como el nuestro, lo que debe ponerse en el centro es la reducción de pobreza y el desarrollo social. Un desbalance en el trilema, será muy peligroso para lograr estos objetivos.