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Analistas 04/11/2023

Energía, poder y tecnología

Carolina Rojas Gómez
Executive Master of Management in Energy Norwegian Business School

El acceso masivo a la energía moderna fue lo que moldeó la época que hoy estamos viviendo. Por más de dos siglos, el ser humano ha transformado recursos y materias primas en productos y servicios con máquinas que funcionan y se alimentan de distintas fuentes de energía, apalancando así la economía moderna sobre la base del consumo de energéticos.

Si hacemos un recorrido por la historia económica y política de los países, podríamos encontrar esa relación estrecha entre energía, seguridad nacional y desarrollo económico, de hecho, existen diversos estudios que presentan estadísticas que evidencian que desde 1850 existe una correlación positiva entre el Producto Interno Bruto (PIB) y el consumo de energía.

No en vano, en el ajedrez de la geopolítica mundial, la energía ha sido el tablero de juego de las grandes potencias. Leía recientemente a Jeffrey Sachs quien llamaba la atención sobre cómo en inglés se usa la misma palabra para energía y poder: power. Un ejemplo tanto simbólico como revelador.

Decía también Sachs que precisamente las interacciones entre las naciones han estado directamente relacionadas con la distribución de los recursos energéticos y del desarrollo de las tecnologías para su utilización, algo profundamente inequitativo. Lo anterior seguirá vigente en la actual transición energética.

Sin embargo, el nuevo mapa de poder mundial de cara a la transición aún está en veremos, especialmente en el contexto de turbulencia que estamos viviendo en este mundo post-pandemia. En nuestra generación hemos conocido un status quo geopolítico que terminó de consolidarse después de la guerra fría y que está liderado por un sistema Occidental.

Sin embargo, el status quo para 2050 anticipa ser bastante distinto por múltiples factores y particularmente por la energía, moneda de cambio del sistema internacional. Y es que quien tenga el acceso a los minerales, a la financiación y a las nuevas tecnologías, será uno de los ganadores en esta nueva recomposición del mapa.

Con esta visión estratégica es que los países deberían estar organizando sus políticas nacionales, las cuales deben superar los ciclos políticos para pensar en grande las oportunidades que presenta este cambio mundial. Por ejemplo, la política energética y la de re-industrialización, deberían ir de la mano, pues esta última puede estar organizada alrededor de las oportunidades que traen la transición en una economía descarbonizada.

En este sentido, la descarbonización presenta una necesidad de soluciones tanto globales como locales, lo cual de manera inminente requiere el desarrollo de nuevas tecnologías que a su vez conformarán nuevas cadenas de valor, algunas de las cuales ya se han venido consolidando, como por ejemplo la de los paneles solares, las turbinas de viento y baterías de almacenamiento.

Por esto, es fundamental entender el proceso de cambio que estamos viviendo como humanidad y organizar las políticas nacionales de manera que se respondan las necesidades locales y se aprovechen las oportunidades globales.

Países como Colombia deberían reflexionar en lo anterior y aprovechar los recursos energéticos disponibles para maximizar ingresos que permitan, por una parte, atender las necesidades sociales tan urgentes que tenemos, pero a su vez, aprovecharlos para repensar el país a futuro recordando que, “no invertir en desarrollo de tecnología, limita la cadencia de los cambios estructurales en la sociedad.”

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