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Algunos congresistas han optado por oponerse a la reforma tributaria tajantemente y sin conocer sus detalles. Entiendo sus razones pero no las comparto. El sistema tributario colombiano es tan inequitativo que cualquier propuesta para reformarlo merece por lo menos ser analizada con cuidado para decidir si se acompaña, se apoya parcialmente o se rechaza. Claro está, el Gobierno no ayuda al no presentar la reforma completa a los que debemos debatirla.
Con todo vamos a mirar los puntos principales de la reforma para determinar sus méritos. En ese sentido, lo primero que hay que entender, con la información limitada que tenemos, es qué se propone con respecto al Impuesto de Valor Agregado -IVA-, eje de esta reforma y de nuestro sistema tributario.
El IVA es por definición un impuesto tremendamente regresivo lo cual se manifiesta en que capta un porcentaje menor en la medida en que el ingreso aumenta. En ese orden de ideas, afecta en mayor proporción a las personas con menores ingresos. En Colombia los deciles de mayores recursos apenas pagan entre 7% y 12% de su ingreso en IVA, mientras que los más pobres pagan 24%.
Las dos últimas comisiones establecidas para hacer recomendaciones sobre nuestro sistema tributario alertan tanto de la excesiva y creciente dependencia al IVA como sobre su regresividad. La pregunta es entonces ¿qué hacer con este impuesto que no solo es tremendamente inequitativo sino que representa 29% del recaudo tributario de nuestro país?
La solución planteada por Carrasquilla y su equipo es “compensar” a los más pobres. Proponen hacerles un giro a los deciles más bajos para equilibrar lo que hoy pagan por IVA. El problema con esta solución, que la misma Comisión de Beneficios Tributarios señala, es que la posibilidad de llegar a todos los que se ven afectados por la regresividad del IVA es deficiente. Se estima que solo se podrá beneficiar a poco más de un tercio de la población en condiciones de pobreza.
En cuanto a las modificaciones del IVA, en esta reforma el Gobierno anunció que eliminará la categoría de exentos y pasará estos bienes a excluidos. Con esta decisión se pone en entredicho una de las ventajas que tiene este impuesto. Normalmente, cada eslabón paga y descuenta el IVA hasta llegar al consumidor final. Pero al cambiar el estatus de exentos (con tarifa cero) a excluidos (que no generan impuesto), le quitan a los empresarios de la cadena el derecho a descontar IVA y esa carga puede terminar trasladada al consumidor vía un mayor precio final.
Y ni hablar del efecto que este cambio puede tener sobre los incentivos a facturar con todas las de la ley, pues esas facturas eran el soporte para un descuento que se elimina. Hay que estar atentos a que con esta propuesta el Gobierno aumente su recaudo al eliminar los cruces de IVA, pero no a costa de los ciudadanos o de mayor evasión.
Lo cierto es que entrando a la discusión de la reforma tributaria es fundamental que los cambios al IVA no se vean reflejados en mayores precios. También es indispensable asegurar que si se usa el mecanismo de compensación éste sea para toda la población pobre de Colombia. El IVA como está es odioso, pero no todo cambio lo mejora.