La Niña inundada

En la lista de los temas que preocupan a los colombianos, el medio ambiente y el cambio climático pasaron de ser muy poco relevantes a figurar de sexto entre los asuntos que merecen más atención en el país. El medio ambiente está solo por detrás de la economía, la inseguridad, la corrupción, la salud y la educación según la Gran Encuesta Nacional. Y es importante que la sociedad reconozca este tema, no sólo porque la amenaza para nuestras vidas es cada vez más inminente, sino porque debemos pasar de discursos grandilocuentes y a veces populacheros a tomar acción sobre una problemática que cada día es más alarmante.

Una buena muestra de ello se manifiesta con la llegada periódica del fenómeno de la Niña y sus inclementes lluvias y mar de tragedias. El aumento de los desastres fruto de las lluvias se estima que tiene correlación con el cambio climático, esto debido a que el calentamiento global ha llevado al recrudecimiento de las precipitaciones, sólo en los últimos cinco años el volumen de lluvias en el mundo ha aumentado entre 3% a 19% y en Colombia han aumentado en algunas zonas alrededor de 30%. Por eso existen instancias tanto a nivel nacional como a nivel local para intentar prepararse para ello. Ya desde el 2001 existen oficinas y programas para la “atención de desastres” que incluyen los estragos del invierno.

Si bien hay planeadas rutas y guías para la acción en las secretarías de riesgos y desastres, en el Fondo de Adaptación, empresas de servicios públicos y por supuesto las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR), lo cierto es que cada que llegan las lluvias, de nada sirven los planes en anaqueles y las presentaciones de power point, ni las elaboradas propuestas de preparación para el cambio climático, ni siquiera los presupuestos aprobados pero no ejecutados. A la hora del té, es poco lo que se hace para prevenir y mitigar el efecto de las lluvias sobre las poblaciones. Solo en el 2022 vamos en 205 muertes por la ola invernal, 281 heridos, 53 desaparecidos, más de 77.000 casas averiadas y cerca de medio millón de personas afectadas. Los daños superan por mucho los de años recientes, pues a 2021 fueron 126 fallecidos, y 96 en el 2020.

El diagnóstico de que hay una expansión no planificada en pueblos y ciudades no puede ser excusa para que desde el Estado no se construya e invierta en dar soluciones más robustas ante las incesantes oleadas invernales. Es bien sabido que las CAR son una fuente de corrupción y que en lugar de atender con sus abultados presupuestos la prevención con soluciones estructurales, reparte proyectitos a los politiqueros de turno, que en realidad no atienden a las necesidades de las comunidades en riesgo de inundación.

Hay algunos ejemplos de lo que se debe hacer. A Cali le tenemos que dar crédito porque le ha dado continuidad al proyecto del Plan Jarillón que previene el desbordamiento del río Cauca a la ciudad y que empezó desde hace tres gobiernos. Sin embargo, la amenaza de inundación si se llega a salir el Cauca sigue siendo preocupante, ya que dejaría bajo el agua a todo el oriente de la ciudad y sin acceso a agua potable a 70% de la población. No obstante, hoy todavía falta terminar y mantener el jarillón. Así mismo, el plan maestro para canalizar apropiadamente los destructivos arroyos de Barranquilla, también son muestra del tipo de obra ambiciosa que se debe adelantar para proteger a la población.

En el tema ambiental hay mucho activismo. Hay voces indignadas. Pero la verdad falta acción. Por eso se reclama atención urgente para que el Fenómeno de la Niña no arrase con sus aguas de nuevo a nuestros ciudadanos. Ambición, rigor, visión de largo plazo y sobre todo acción y transparencia se requiere para que el cambio climático, que tiende a agravar los ciclos de lluvia, no siga llevándose las casas y la vida de la gente. Nuestros funcionarios a nivel local y nacional deben responder con acciones concretas y el ambientalismo debe tener menos superioridad moral y más practicidad que salve vidas.