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Una de las disciplinas deportivas de los Juegos Olímpicos que resulta muy atractiva por su armoniosa vistosidad son las carreras de remo. Algunas veces se compite en equipos de a dos personas, a veces de a cuatro y en ocasiones hay hasta ocho remeros por cada embarcación que se desliza por el agua como veloz delfín. Las largas canoas son dotadas de un par de remos por persona, con un objetivo claro y contundente: avanzar lo más rápido posible y más rápido que los otros competidores.
¿Quién gana? Respetando reglas del juego, el que primero arribe a la meta.
Pero no es tan fácil como parece. Lograr velocidades de 25 km/hora remando continuamente, implica como todo, un esfuerzo mayúsculo y un gran compromiso.
Se requiere de una coordinación impecable por parte de todos los actores, remar armónicamente como danzan las bailarinas en El Lago del Cisne, o como tocan los integrantes de una orquesta sinfónica. Todos unidos y liderados por un director con su batuta, que sin emitir sonido alguno, logra sacar de cada músico su mejor versión y un producto excelente y afinado para el público en el concierto de la vida, como lo expresaba el maestro Benjamín Zander, director de la Filarmónica de Boston.
Al igual que los equipos de remeros, los bailarines o las orquestas; las organizaciones, las comunidades, los gobiernos y cualquier colectivo de personas que trabaje por un proyecto común, deben estar armonizados, entender la estrategia, pero sobre todo, tener claro cuál es el propósito común por el cual se quiere luchar por encima de los intereses personales.
Parece muy sencillo decirlo, sin embargo no es así. Cada remero es como un grupo de interés que tiene su norte personal y su criterio, así como tiene su propio ritmo y capacidades, pero debe entender que hace parte de un equipo que tiene una responsabilidad que supera las individualidades y protagonismos. Lo importante debe ser, lograr el objetivo colectivo propuesto.
Los resultados son directamente proporcionales a la actitud con la que se asuman los retos. Los “conocimientos y las habilidades” se pueden ver minimizadas cuando la actitud está determinada por la voluntad, por las ganas de “querer” hacer las cosas correctamente.
¿Cuál sería el resultado de un equipo de una canoa que participa en la carrera si sus remeros no están armonizados y reman cada cual para donde le parece? Definitivamente no avanzaría, navegaría en círculos, perdería el rumbo y no logrará llegar a su destino. Solo tendría la posibilidad de recuperar el rumbo cuando todos naveguen armónica y continuamente, con el propósito y la estrategia compartidos por todos.
Liderazgos transformacionales que inspiren, que motiven a todos para actuar coherentemente es lo que nos hace ganadores. Por esto debemos preguntarnos: ¿Cuál es el país que queremos?, ¿Hacia dónde estamos remando ? ¿Tenemos claro el líder del equipo que queremos tener y/o ser ?
En ti, en mí, está la posibilidad y la obligación de co-crear ese liderazgo, de construir entre todos una mejor sociedad y avanzar, entre todos, armónica y constantemente en la búsqueda de nuestra realidad.
Un país para todos y construido entre todos será posible cuando rememos unidos y armonizados.