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La ruptura de la integración económica producto de las tensiones geopolíticas y comerciales entre Estados Unidos y China, está planteando serios desafíos a la capacidad de respuesta de los gobiernos, que responden con la imposición más frecuente de barreras comerciales, arancelarias y medidas proteccionistas, conllevando a un estancamiento de la inversión extranjera directa mundial que se redujo 10% en 2023 y 2% en 2024, sumado a la contracción del ritmo de crecimiento global registrado en las últimas décadas. ¿Cuál es su impacto para Colombia?
Para los países en vías de desarrollo, dependientes en su mayoría de los precios internacionales de las materias primas, no es suficiente mantener la producción en manufactura, porque permanece la ralentización global del comercio de bienes, en contraste con un acelerado incremento del mercado de servicios. Su débil inserción en este último y la disminución de estos flujos de capital, dificulta su crecimiento y por ende, una mayor participación en la economía mundial.
El caso de Colombia si bien con precios favorables a nivel internacional en materias primas como el petróleo y el café, si no se ubica en la tendencia global que demanda más servicios, especialmente aquellos basados en conocimiento y tecnología, si no acompaña y estimula a empresarios especialmente del agro, donde está nuestro potencial en la producción de alimentos, pero especialmente, en el momento actual, si no se margina de intereses y alineaciones políticas que en nada benefician la economía y se sintoniza con los dos hegemones comerciales, no podrá superar el pobre desempeño económico de los últimos dos años, ni lograr un crecimiento diferencial para los venideros.
Nadie quisiera lastimar las relaciones comerciales con Estados Unidos y por el contrario se deben fortalecer. Con Trump 2.0 se deben sortear tres frentes: una política proteccionista de aranceles, el freno a los flujos migratorios y las decisiones de geopolítica global que puede llevar a precios de materias primas más bajos. Como quiera que las tres inciden directamente en el país, la manera de amainar su impacto es actuar en coherencia con nuestro histórico enfoque de relaciones internacionales, evitando cualquier desaire o salida política en falso. En contraste, se debe buscar y renegociar mejores condiciones comerciales para el acceso de productos nuevos y aún más de servicios, insertándose en las industrias 4.0 (IA, IoT, servicios en la nube e incorporación de tecnologías inteligentes).
Pero tampoco se puede descuidar a China. Es innegable su influencia durante la última década en el bloque sur (Latam y África). Según el Banco de la República ese país ha invertido casi US$600 millones en Colombia, hoy hacen presencia con la construcción del metro de Bogotá, así como en múltiples proyectos de explotación minera, infraestructura y transporte. No olvidemos que es nuestro segundo socio comercial y la principal fuente de importaciones.
Un país con decisiones económicas inteligentes no se casa ni con uno, ni con otro, por el contrario, es ágil políticamente para abrir frentes y oportunidades comerciales que beneficien la productividad nacional y para ello necesita del potencial y experiencia del sector empresarial. A esto se le debe sumar necesariamente seguridad, que junto con economía y salud, deben ser los principales retos gubernamentales de 2025. El desequilibrio de cualquiera de estas tres, ahuyentará la inversión extranjera directa - IED por la incertidumbre política en año preelectoral o por el hecho de carecer de condiciones mínimas de seguridad para el inversor en las regiones, así como al colapso fiscal por falta de ingresos a la nación.
Los cambios geopolíticos, las nuevas tendencias de producción y el peso de las tecnologías que está fijando las reglas de la economía mundial, deben hacer parte de la lectura estratégica de país para su agenda de política económica y convertir este escenario de tensión global en una oportunidad.