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Analistas 14/03/2023

¿Cuánto vale la vida de un policía?

César Mauricio Rodríguez Zárate
Teniente coronel (RP) PhD. Research Associate Leiden University

Los últimos momentos de vida de Ricardo Monroy, nuestro policía antidisturbios asesinado en Caquetá, los narró su paisano el intendente Juan Ávila, en una emotiva entrevista: “me siento orgulloso de mi compañero que falleció, es un honor haber vivido y compartido la vida con él”. El titular de prensa dirá que murió cumpliendo con su deber, ¿pero saben realmente por qué murió? Por defender vida, honra y bienes de todos nosotros, muchos a quienes no conoce… nunca dudó, siempre confió hasta el final, asediado incluso por el odio y quienes no valoran la vida de un policía.

Este año en Colombia, han fallecido nueve policías atendiendo riñas, atacados por la espalda por delincuentes cuando atendían el llamado de la comunidad o enfrentando el crimen. A estos servidores en su mayoría decentes y entregados, les exigimos sin reparo y hasta culpamos de la inseguridad, como si fueran los absolutos responsables, condenamos la mínima falla, llenamos las redes con críticas irrespetuosas, pero callamos cuando los ultrajan y los agreden.

Cuando un policía muere en uno de los cuerpos más importantes del mundo, la Policía de Nueva York, la 5ta. avenida en Manhattan se paraliza: miles de ciudadanos acuden a rendir homenaje a sus policías frente a la tradicional Iglesia de San Patricio; ellos, que como Ricardo Monroy, murió sirviendo, ayudando y protegiendo. Gran ejemplo.

La vida de un policía vale el orgullo de tener un miembro de la fuerza pública en la familia; cuesta las horas de ausencia en el hogar, que ofrece a los demás sin asomo de reclamo; tiene el precio del silencio cómplice de la maldad y oscuridad en la que se esconde el delincuente para atacar al uniformado, o del ruido infundado de quienes bajo discursos de odio cuestionan su proceder.

Quien saluda diciendo ¡Dios y Patria es un honor ser policía!, vale la oración de sus padres, esposa e hijos, para que regrese sano y salvo del peligro que afronta y de la muerte que ve de frente todos los días.

Si de “cuantías” se tratara, representa cientos de horas de entrenamiento, conocimiento y experiencia, de repasar normas y códigos del derecho de policía, penal y administrativo, pues en ninguna profesión se estudia tanto para no omitir ni extralimitarse en el ejercicio de sus funciones como en la Policía, ya que un error puede precisamente costar la vida.

Cuánto creceríamos como sociedad, si todos sin excepción, al margen de ideologías y prejuicios, valoraran y honraran a sus policías, si se detuvieran a rechazar de forma enérgica, cualquier ataque contra quienes nos protegen. Definitivamente se enviaría un mensaje contundente y disuasivo al delincuente, que lo obligaría a pensarlo muy bien si pretende desafiar la autoridad que representa, porque el reproche social y mediático será tan fuerte, como el de la pena y castigo que se espera de la justicia.

Recordemos: la indiferencia es cómplice del crimen. Que mejor homenaje a Ricardo Monroy que cuidar a quienes nos cuidan.

Colofón: en homenaje a los 4.856 policías de la Unidad de Diálogo y Mantenimiento del orden (antiguo Esmad) y sus familias. Dios los guarde y los siga protegiendo en la valiente labor de restablecer y mantener el orden.

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