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Vivimos épocas complejas, pero no menos desafiantes por las enormes posibilidades que, en medio de miedos infundados, muchas veces no identificamos. La tendencia de ver lo negativo más que lo positivo, es propia de la condición humana. Fácilmente caemos en debates y cortinas de humo que fabrican a quienes les interesa que el país esté distraído. ¿Qué podemos hacer?
Iniciemos con la obligación de reconocer y aprender las lecciones de las malas decisiones. Presos de los falsos “mesías” del cambio, hace dos años muchos querían salir del país y nadie quería invertir. Hoy, pese al fantasma de las reformas, en las que sabemos que líderes políticos responsables y empresariales están muy vigilantes, el panorama está más despejado.
Progresivamente el Banco de la República ha bajado las tasas de interés, demostrando su independencia; desde unos meses, lentamente se ha reactivado el sector de la construcción y el crédito de consumo empieza a mostrar un mejor comportamiento. El potencial agroindustrial y de recursos ha atraído la inversión del portafolio árabe y chino a Colombia. Hoy nos visitan más turistas que en ningún otro momento de la historia y la expansión tecnológica está abriendo nuevas posibilidades de negocio para todos.
Este diagnóstico nos invita a concentrarnos en lo fundamental: seguir trabajando, inspirar en nuestros entornos, transmitir tranquilidad y continuar construyendo capital productivo. El esfuerzo y el emprendimiento se deben premiar con mayores incentivos a la formalización, para vincular más fuerza laboral; esta debe ser la discusión de la reforma, no en atacar y poner en desventaja al empresario, que con mucho esfuerzo genera empleo y es sobre quien finalmente recae la carga tributaria. De lo contrario y en condiciones adversas ¿a quién le interesaría emprender y crear empresa en Colombia?
Nada de hacerle eco a la tesis de los subsidios, que es perversa, esclaviza y hace a la persona dependiente. La gente no quiere subsidios, la gente quiere trabajo. Aquí es esencial proteger al sector privado, que es quien genera dinámica productiva en el país, motiva la inversión y la economía.
Seguidamente, rodear y cuidar a nuestra Fuerza Pública. Sin seguridad, no hay economía y está demostrado: 2001 era el año de mayor degradación del conflicto armado y violencia, reportando un PIB de apenas alrededor de 1%. En los años siguientes, gracias a la seguridad, se alcanzaron cifras de crecimiento cercanas al 7%, de las más altas en las últimas dos décadas. La recuperación de la movilidad, la productividad en territorios antes dominados por grupos ilegales y el fortalecimiento de las Fuerzas Militares y la Policía, permitieron estos logros.
Finalmente, no dejarnos contagiar del pesimismo que desalienta y paraliza. Invito a pensar que esfuerzo, trabajo y felicidad están correlacionados. Hans Rosling, reconocido por la revista Time como una de las 100 personas más influyentes, señala en su best seller Factfulness, que los prejuicios nos llevan a creer que todo está mal, cuando en realidad, el mundo está en el momento de mayor bienestar, expectativa de vida y expansión.
Colombia no es la excepción y con certeza, más pronto que tarde, con nuestra capacidad, empuje y resiliencia, las cosas estarán mejor que ayer. La frase que más se repite en el libro más leído del mundo, la Biblia, es “no temas” … recordemos que el ánimo es el arma de los valientes.