MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
En la novela de García Márquez se recrea perfectamente el momento que vive el país. Cuenta la tensión de un pueblo colombiano sin nombre, en la época de La Violencia, en medio de la aparición de unos pasquines que develan sus más profundos secretos de corrupción, inmoralidad y revanchismo del gobierno en el poder, desatando una violencia sin control. Hoy, no hay un realismo mágico, sino un país irreal, donde el Gobierno critica al mismo Estado que representa, invita a marchar contra los mismos problemas que ha creado y ahora, con angustia y desespero, no sabe cómo resolver todo el caos que produjo.
La gestión pública se convirtió en un espectáculo circense, en un show televisivo que a través del Consejo de Ministros, confirma el desorden, la incoherencia y el populismo. Recogen lo que sembraron: la destrucción del capital intelectual por la cacería de brujas en todas las instituciones, la falta de austeridad y planeación, y una burocracia desbordada que otorgó la solemnidad de los cargos de administración del Estado a activistas e ideólogos. Pero no podemos distraernos, cuatro frentes son de inminente atención y urgente decisión.
El primero: la crisis energética. Como lo advirtió EPM y la Asociación Nacional de Servicios Públicos y Comunicaciones, el apagón es “inminente e inevitable”, por la deuda del Gobierno ante los operadores, que se trasladará en interrupciones de energía en todo el país y como siempre, en las facturas de los estratos 1, 2 y 3. Es absolutamente irresponsable llamar a una “insurrección tarifaria” en la que se invite al no pago, atacando a las empresas prestadoras del servicio, todo por la falta de anticipación y consenso técnico, político y financiero en este servicio público fundamental.
Segundo, en una de las mayores crisis de seguridad de los últimos años, se produce un recorte al sector defensa de casi $800.000 millones. El congelamiento de los fondos de cooperación estadounidense, paralizó no solo la operación de las aeronaves, sino las actividades de comisiones investigativas de grupos especiales en territorio, lo que anula la capacidad operativa y ofensiva frente a expresiones complejas del crimen. Habrá menos recursos para patrullaje y reacción donde eventualmente se incremente el homicidio, la extorsión o el atraco en las ciudades, el desplazamiento y confrontaciones entre ilegales en las regiones, como ocurre en El Catatumbo.
Ahora, la gravísima develación repetitiva de mapas e información sensible de operaciones en redes sociales, sin medir su alcance, además de poner en riesgo la vida de militares y policías, echa al traste años de trabajo de filigrana en inteligencia, administración de fuentes técnicas y humanas, e infiltración entre otros, ahonda la desmoralización de la Fuerza Pública y siembra aún mayor desconfianza en su base y los niveles directivos.
Tercero, la Mesa de Crisis de la Salud que agrupa reconocidas asociaciones médicas y científicas del sector, confirmó el inicio de una crisis humanitaria por las barreras que alcanzaron millones de pacientes en el acceso a medicamentos, cirugías y el cierre de varias IPS en diferentes regiones. Es inminente el colapso del sistema. Con el argumento de que no hay plata, se amenaza al Congreso y las Altas Cortes, exculpándose ante el país por la falta de ejecución y planeación fiscal, pero sí hay presupuesto para un concierto de Residente que cuesta casi US$1 millón. No es realismo mágico, es real indignación.
Cuarto, cuando creímos que se aprendió de la embarrada monumental con Estados Unidos, preferimos mantener una postura terca y altiva, donde en vez de abrir un diálogo diplomático de alto nivel, basado en el nombramiento de perfiles ponderados y con formación en asuntos económicos y arancelarios, planeando una agenda técnica en lo que queda de gobierno, se nombran amigos ideologizados que validan a Chávez y Maduro, en total contravía al mundo que los rechaza.
Pero ante todo serenidad y templanza. Surgirán voces que llamarán a “diálogos” de unidad nacional, constituyentes y otros fantasmas. No hay fórmula, pero sí caminos que conduzcan a la reconstrucción del país. A partir del momento, la masa crítica que aún queda en las instituciones, los empresarios, medios de comunicación, estadistas, técnicos de Estado y la academia, estamos llamados a mantener la confianza, con mensajes de prudencia y firmeza, de ir sentando las bases políticas y económicas para la recuperación, así como la proyección de acciones y esfuerzos que se requieren para los próximos años. Colombia es resiliente, con seguridad y esperanza, saldremos adelante.