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Analistas 21/03/2024

Innovar: ¿rocket science o mindset?

Christopher Votteler
CEO-Fundador Gloomy
Christopher Votteler

Si supiéramos que nunca vamos a fallar, ¿qué tan grande estaríamos dispuestos a soñar? La realidad empresarial actual nos muestra que existe una enorme aversión al cambio y también a intentar cosas nuevas y diferentes en las empresas. Las frases típicas que se convierten en peligrosas zonas comunes como “siempre lo hemos hecho así” o “no vale la pena asumir ese riesgo” se asoman frente a cada idea que desafía el más mínimo proceso o estructura.

La innovación es un término que encontramos en la mayoría de las organizaciones en el mundo. Sin embargo, no quiere decir que la mayoría estén dispuestas a innovar o, lo que es lo mismo, a fallar. Ningún gran éxito ocurrió en el primer intento y la mayoría de posibles grandes éxitos nunca serán más que ideas archivadas, incluso antes de su primer fracaso. Como empresarios y directivos debemos enfocarnos en cuidar los recursos de los que disponemos y proteger los procesos que tanto nos costó estructurar pero, ¿cómo podemos evitar la muerte de grandes ideas que pueden resultar exitosas?

Es común que las ideas que menos resistencia encuentran son aquellas respaldadas por más de una persona en los diferentes órganos de gobierno de una organización y, a la vez, suelen estar soportadas por resultados contundentes de experimentos rápidos que se alinean con los objetivos de la compañía. En pocas palabras, solo se llega más rápido pero acompañado se llega más lejos y de ladrillo en ladrillo se construyen castillos. Lo anterior, sumado a una cultura que incentiva a la discusión constructiva y a la búsqueda de mejores resultados, crea un ambiente propicio para que se incuben iniciativas innovadoras dentro de la organización.

Estamos acostumbrados a pensar que innovar es lanzar al mercado la nueva tecnología que nos permitirá recorrer largas distancias en pocos minutos, o desarrollar los fármacos que acabarán definitivamente con el cáncer. No obstante, innovar es una parte intrínseca del desarrollo de cualquier compañía que quiera seguir siendo competitiva en los mercados actuales. No se trata de desarrollar Facebook o construir Amazon, sino de hacerlo mejor que ayer, darse la oportunidad en cada discusión de formular nuevas y mejores soluciones.

No obstante, algunos estudios científicos demuestran que un ser humano tiene en promedio 60.000 pensamientos durante el día. Sin embargo, alrededor 80% de estos son negativos. Científicamente hablando, es más fácil encontrar “peros” que “cómos” y en este punto surge el reto que tenemos como miembros de una organización. Más allá del nivel jerárquico en la empresa o los estudios realizados por los equipos de dirección sumados a su experiencia, las ideas resultan fundamentales, aquellas que nos hacen mejores y las cuales solo afloran en ambientes donde todos están dispuestos a construir un mejor mañana y a buscar la verdad sobre el tener la razón.

Como empresarios y directivos, somos responsables de impulsar la innovación en nuestras organizaciones y, es aquí, donde vale la pena cuestionarnos sobre qué tan barato y rápido podemos fallar en esa idea que dejamos morir hace apenas unos días; quiénes nos pueden ayudar y apoyar a que esta se haga realidad. No importa si es un proyecto personal, un cambio en un proceso o un nuevo producto que se lanzará al mercado. ¡Hoy es un buen día para construir un mejor mañana!

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