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Aunque no dejan de repetirnos que las cosas están mal, hay un dato muy relevante que me parece que pasa desapercibido: la esperanza de vida mundial es hoy de 72 años cuando en 1900 era de 32 años.
¿Por qué es algo tan significativo? Porque para vivir más se necesita alimento, vestido, vivienda, salud, paz. Las hambrunas, las epidemias, la miseria, las guerras nos matan prematuramente, y esa mortalidad se refleja en la esperanza de vida.
Hablamos de un promedio, claro, del promedio de lo que conocemos como “pirámide poblacional”, de base ancha que disminuye conforme el grupo inicial de nacidos crece y van muriendo algunos. Lo que ha pasado es que en cada grupo de edad la mortalidad es menor y por eso el promedio sube.
La mortalidad juvenil es una espantosa calamidad de la humanidad; hasta hace unos pocos siglos solo la mitad de los niños llegaba a los 15 años, ¡La mitad! Esa es la mortalidad juvenil humana, digamos, “natural”. Hoy (y no deja de ser, claro, una tragedia cada niño que muere) esa mortalidad ha bajado a 4,6%. Si antes solo 50% de los niños cumplía 15 años, hoy 95% puede hacerlo. Esto solo sube el promedio de vida.
Pero lo mismo se ha venido dando en todos los “escalones” de la pirámide; la mortalidad en cada edad ha disminuido, y en cada escalón podemos esperar vivir más que nuestros inmediatos antepasados. Es un promedio, pero pasar de 32 a 72 nos han regalado el doble de años que naturalmente podríamos haber esperado vivir.
Podría haberse dado que el número de personas disminuyera y esos pocos hubieran aprovechado mejor los recursos escasos para vivir más. Sin embargo, es al revés. La población de 1900 era 1.500 millones y hoy 7.700 millones. Es decir, este aumento en la expectativa de vida se ha acompañado de un aumento en la población.
El principal (quizá el único) recurso escaso que existe es el tiempo; inventemos, pues, una cifra: multipliquemos la expectativa de vida por el número de personas. En 1900 había 1.500 x 32 = 48.000 millones de años de humanidad; hoy hay 7.700 x 72 = 554.400 millones, es decir, 11,6 veces más años de humanidad. Es una cifra enorme y un gran crecimiento.
Hubiera podido ser que un grupo de personas aumentara su esperanza de vida a expensas del otro. Sin embargo, tampoco es así: todos los países del mundo han aumentado su expectativa de vida, y no solo eso, las diferencias se han disminuido. En 1950, Europa tenía, redondeando, 62; Asia, 41; África, 37; en 2019, Europa, 79; Asia, 74 y África, 63. La diferencia entre Europa y Asia pasó de 21 años (50%) a 3 años (7%); y entre Europa y África de 25 años (68%) a 16 años (25%). La desigualdad en expectativa de vida, tanto en años como en porcentaje, ¡Ha disminuido!
Cada cambio y cada beneficio trae sus propios retos. Pero es curioso que estas dos cosas, el aumento de la expectativa de vida y de la población, se han visto más en sus aspectos negativos que en los positivos. Que la pirámide cambió y ya no hay tantos jóvenes; que la población aumentó en exceso y es una tragedia. Pero si todo es tan malo, ¿Cómo es que el promedio de vida ha venido subiendo? ¿Cómo no agradecer por esos años más que tenemos de vida? ¿Qué diría un antepasado de nuestras quejas?
Si cada vez podemos disfrutar de más años de vida, algo se estará haciendo bien.
(Datos tomados de Our Wolrd in Data: https://ourworldindata.org).