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Analistas 20/10/2021

La magia de la anestesia

Ciro Gómez Ardila
Profesor de Inalde Business School

Si atendemos a los constantes lamentos que escuchamos, terminaremos desconociendo que vivimos en un mundo mágico. Quien ha leído Harry Potter o visto sus películas no puede dejar de pensar algo como “¿Qué tal que en el mundo pasaran esas cosas, qué tal que existiera la magia?”. Pero si mira a su alrededor verá que en realidad sí existe. En la primera película, una frase y el movimiento correcto de la varita hacen levitar una pluma ante el asombro de todos. Naturalmente, ya nadie se detiene a ver el mágico espectáculo de toneladas de metales flotando en el aire y llevando en su interior cientos de personas, con sus maletas y pertrechos.

Pues bien, entre todos los miles de maravillas que disfrutamos sin saberlo, y que nuestros predecesores no osaron siquiera soñar, está la anestesia. Este 16 de octubre se cumplieron 175 años de la primera anestesia oficial. ¿Qué son 175 años en comparación con la historia de la humanidad? Nada. Solo unas muy pocas generaciones hemos vivido en la era de la supresión del dolor durante los procedimientos quirúrgicos. ¿Qué significa esto? ¿Cuánto habrían dado los reyes y emperadores más poderosos de la historia para que les evitaran el dolor de una extracción dentaria, y las reinas porque les aliviaran los dolores de parto, por solo nombrar dos situaciones?

No hay hoy lugar en el mundo donde se ampute una pierna sin anestesia. Imagínense lo que significaba esa cirugía estando despierto, totalmente consciente y amarrado a una mesa mientras bisturí y serrucho en mano el cirujano cortaba carne y hueso. Se dice, y parece bastante lógico, que, con el tiempo, finalmente el paciente se recuperaba de la enfermedad y del dolor (bueno, si es que se recuperaba), pero que el trauma psicológico lo acompañaba de por vida. Vidas destrozadas por la enfermedad y dolor. ¡Y todo eso comenzó a quedar en el pasado en 1846!

La historia de la anestesia está llena de detalles interesantes que vale la pena conocer. Están los investigadores, quizá mejor decir aventureros, que experimentaban en sí mismos los efectos de las drogas que pensaban que podrían lograr el milagro de producir anestesia; realmente arriesgaban su vida y su salud, y muchas veces sus familias los encontraban inconscientes en el suelo sin saber qué había pasado. Unos se inyectaron sustancias extrañas en su columna con el riesgo de quedar paralizados de por vida, otros se asfixiaban con vapores irritantes de efectos a largo plazo totalmente desconocidos. Y poco a poco fueron descubriendo y usando aquellas sustancias que parecían ser las más prometedoras.

Podrán imaginar la sorpresa del cirujano jefe del Massachussets General Hospital cuando, luego de la primera anestesia pudo extirpar un tumor del cuello de su paciente sin que este se quejara ni moviera y solamente respirara tranquilamente. Al final dijo: “Señores, esto no es una farsa”. Y era que, ¿qué otra explicación podría haber? Un auténtico milagro.

Más adelante, ¡quién lo creyera!, la anestesia tuvo sus detractores y enemigos. No faltó el médico militar que consideraba “falto de hombría” por parte de un soldado pedir anestesia. O quienes consideraron un pecado parir sin dolor; afortunadamente, en medio del debate, a la reina Victoria de Inglaterra le pareció oportuno tener su octavo hijo con anestesia. Los invito a pensar por un momento todo lo que tenemos, todo lo que les debemos a los que nos dejaron el legado de la anestesia y a quienes hoy la practican, y que, de corazón, lo agradezcamos.

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