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Analistas 31/01/2025

No es el egoísmo

Ciro Gómez Ardila
Profesor de Inalde Business School
La República Más

Volvemos a oír que el egoísmo es bueno, que genera bienes a la sociedad. Creo que es un error en varios sentidos.

Quizá el problema sea de palabras, pero es importante ser precisos en estos debates. Una cosa es querer lo mejor para nosotros mismos y otra el egoísmo. Acudamos al diccionario de la Real Academia y veamos la definición de egoísmo: “Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”.

Rápidamente, saltan varias palabras a la vista: “inmoderado”, “excesivo”, “desmedidamente”, “sin cuidar”. Claramente, el egoísmo es un defecto. A pesar de ello, hay quienes sostienen que si todos damos rienda suelta a nuestros defectos se producirá un bien social, que es como decir que si todos somos pobres o ignorantes en conjunto seremos ricos y sabios.

No, los defectos personales no son buenos ni para los que los tenemos, ni para los que tienen que sufrirlos. Una sociedad de egoístas nunca será mejor que una sociedad de no egoístas.

Ahora bien, una cosa es ser egoísta y otra muy distinta es intentar que nos vaya bien, buscar nuestro bienestar, querer hacer las cosas que nos convienen y rechazar las que no. Ahí creo que está el meollo del asunto: confundir “interés propio” con egoísmo.

Si usted va a comprar un litro de leche y encuentra que el mismo litro de leche de la misma marca está más barato en un almacén que en otro, ¿Es egoísmo comprarlo donde está más barato? ¿Sería pensar en el bien común y en los demás, comprarlo donde está más caro? ¿Podría culparnos de egoístas el dueño de la tienda por no comprar su litro de leche más caro? ¿O el dueño de la otra tienda porque preferimos comprar la leche un poco más cara, pero más cerca de nuestra casa? ¿Verdad que no?

Lo que nos dice la teoría económica es que aumentará el valor para la sociedad y para todos si cada uno de nosotros busca mejorar su condición, hacer las cosas que cree que le convienen; en el ejemplo anterior, elegir ahorrar un poco o caminar menos, lo que considere mejor.

Dice la repetida cita de Adam Smith que “no es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero” que tenemos la cena, pero es que tampoco es concebible un “panadero benevolente” ¿Cómo podría serlo? Se levanta de madrugada, hace la masa, la pone en el horno, produce unos panes deliciosos y… ¿Los regala? ¿Los lleva a un albergue? ¿Envía a un ayudante que los reparta en los colegios? ¿Les pone un precio inferior a sus costos? ¿A quién se los regala y a quién no? En fin, ¿Cómo se supone que actuaría un panadero benevolente?

Es un problema de información. Nuestro panadero no puede ser “benevolente” con el agricultor de trigo de un país lejano porque la cantidad de información que requeriría para intentar serlo es inmensa. Ni el agricultor con el panadero por el mismo motivo.

Pero tampoco tenemos la cena por el egoísmo del carnicero, el cervecero y el panadero. Al contrario. el panadero no hará el pan que él aprecia más, sino que intentará saber cuál es el pan que a nosotros más nos gusta para producirlo, y además, lo más barato posible para que le compremos.

Se equivocan, pues, quienes interpretan como egoísmo el natural y sano intento de toda persona por hacer lo que cree que le conviene (estudiar ahora en lugar de trabajar, por ejemplo) y se equivocan también quienes dicen que el egoísmo es bueno.