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El auge de la civilización humana ha generado quizás el mayor problema que enfrenta la humanidad: la crisis climática. Sin embargo, a pesar de los costos ambientales asociados a la Inteligencia Artificial, IA, esta tecnología tiene el potencial de contribuir a mitigar la crisis y encontrar formas más eficientes de generar energía.
Desde la extracción de materias primas y la fabricación de infraestructura para IA, hasta las interacciones en tiempo real con los usuarios, cada aspecto del ciclo de vida de la IA consume recursos naturales (energía, agua y minerales) y libera gases de efecto invernadero, GEI.
Es difícil dimensionar el impacto ambiental de la IA debido a la desconexión entre su uso y los procesos que la hacen posible. Cada consulta a un modelo de IA requiere hardware físico operando en servidores alojados en centros de datos distribuidos globalmente, interconectados por la Web. Colombia, gracias a su ubicación estratégica, condiciones climáticas favorables, potencial en energías renovables y conexiones de cables submarinos de fibra óptica, tiene el potencial de convertirse en un destino clave para la instalación de estos centros de datos.
Según estimaciones recientes, el consumo energético de una consulta ChatGPT es entre seis y diez veces más que una búsqueda web tradicional. Esto hace necesario que la producción de energías renovables debe superar la creciente demanda energética para IA.
Además, Los centros de datos utilizados para los sistemas de IA realizan cálculos intensivos las 24 horas del día. Así que necesitan refrigeración constante para evitar el sobre calentamiento.
Por otro lado, los chips informáticos están construidos sobre una fina capa de semiconductor, sobre el que se añaden componentes hechos de diferentes tipos de metales. La extracción de estos metales también conlleva costos ambientales.
El ciclo de vida de la IA, que involucra el uso de agua, minerales y energía, genera emisiones de GEI, como el dióxido de carbono. Por esta razón, las iniciativas regulatorias y de políticas públicas, tanto existentes como en curso, enfrentan el desafío de promover la innovación y el crecimiento, con la mitigación de su impacto ambiental. Tal como recomiendan los principios de la Ocde sobre IA, es fundamental incorporar compromisos para promover la sostenibilidad ambiental en todas las etapas del ciclo de vida de las tecnologías digitales.
La IA tiene el potencial de generar tanto beneficios como desafíos, por lo que es esencial maximizar sus ventajas mientras se minimizan sus impactos ambientales. Una de sus aplicaciones más prometedoras es su contribución al desarrollo de la energía de fusión, una tecnología inspirada en el funcionamiento del sol. Este avance podría revolucionar nuestra forma de obtener energía al ofrecer una fuente limpia, prácticamente ilimitada y libre de los problemas asociados con los combustibles fósiles y las centrales nucleares actuales.