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Cuando se habla de liderazgo, usualmente, se resalta la comunicación como una competencia esencial. Diariamente, un líder puede compartir un sinnúmero de mensajes con su equipo de trabajo, pero detrás de ellos no siempre hay asertividad del emisor o escucha activa del receptor.
En algunas reuniones laborales, e incluso personales, es común ver conversaciones estropeadas porque alguno de los dos lados está usando el celular todo el tiempo. Mientras una persona habla, la otra mira redes sociales en modo automático y algunas hasta se atreven a enviar correos o mantener largas conversaciones simultáneas por WhatsApp.
Aunque estas acciones son cada vez más recurrentes, se nos ha olvidado que pueden ser una falta de respeto para quien está intentando comunicar algo, porque pierde su atención, el contacto visual y el valor del mensaje. Por eso, en esta época con tantos estímulos, es importante recordar que escuchar no se trata solo de activar las orejas y asentar, sino también de tener la disposición corporal para recibir y entender un mensaje.
La escucha es un ejercicio que necesita de mucha práctica para ser efectiva. Hay quienes creen que es sencillo y que escuchar solo consiste en tomar nota, cumplir órdenes o estar atento para refutar mensajes. En las organizaciones es usual ver reuniones en las que los interlocutores están dispersos o a la defensiva, al punto que no permiten que los demás terminen sus frases por defender sus ideas o justificarse.
Un buen líder promueve una comunicación asertiva: permite que las personas terminen de hablar, no con el objetivo de responder, sino de comprender realmente lo que el otro quiere expresar. Además, incluye preguntas en sus intervenciones y promueve la participación de otros en el diálogo.
Si sienten que pueden mejorar en este aspecto, intenten ejercicios de escucha activa, como parafrasear algunas ideas que su interlocutor haya mencionado. Esto demuestra interés en la información recibida y también les permite corroborar si han entendido lo que los demás les quieren transmitir. Pueden intentarlo con frases como “lo que quieres decir es...” o “Si me permites, quisiera resumir alguno de los puntos principales que acabas de mencionar…”.
Sin embargo, escuchar es una parte del proceso de comunicación. También es importante preguntarse cómo están enviando el mensaje: ¿están los otros comprendiendo lo que decimos? ¿Qué opinan sobre eso? ¿Cómo reaccionan al compartir la información? Quizá no tengan respuestas explícitas a todas esas preguntas y por eso hay que acudir a la comunicación no verbal, que puede mostrar señales de interés o rechazo de las personas.
En general, antes de hablar, el líder debe determinar el propósito de su intervención y evaluar cuándo y cómo es la mejor forma de hacerlo.
Recuerden que cuidar de una comunicación efectiva, activa y empática ayuda a conectarse con los demás y, en el caso de las organizaciones, a lograr objetivos comunes de manera eficaz y eficiente. Un líder que no escucha no tiene la capacidad de conectar con su equipo de trabajo.