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Llega el fin de año y empiezan las fechas límites: hay que ejecutar el presupuesto, se deben alcanzar las metas, detallar si están cumpliendo o no los objetivos de la planeación estratégica, hacer revisión de los fallos, entre muchas otras tareas. Y con ellas, se multiplica la frase de que “todo es urgente”.
Si vivimos constantemente con afán, en esta época la situación empeora. Nos dedicamos a apagar incendios y esto, sin duda, nos apaga la creatividad, la motivación y las ganas de proponer nuevos proyectos o iniciativas para el año siguiente. Porque aunque parezca absurdo, a veces en medio de este estrés debemos recordar que llega diciembre y no el fin del mundo.
Este ritmo acelerado no solo desgasta el equipo emocionalmente, sino que incluso puede también llenarlo de frustraciones, porque es frecuente encontrarnos con respuestas como: “Cancelaron la reunión y movieron este tema para el otro año”. Entonces los esfuerzos pudieron haberse invertido en iniciativas más estratégicas. ¿De quién es la culpa? Esta respuesta no la encontrarán en esta columna, pero sí quiero compartirles unos consejos para reducir estos momentos en los que todo parece en llamas.
En primer lugar, es clave detectar si nuestra actitud como líderes está promoviendo ambientes tensos y estresantes. Está claro que los estilos de liderazgo marcan también una pauta a la velocidad del equipo de trabajo. Hay personas que van a 1.000 kilómetros por hora e incluso su forma de expresarse alcanza la velocidad de la luz. Cuidado, porque estas actitudes son altamente contagiosas, como he explicado en otras columnas. Un equipo funciona mejor con una cabeza fría al mando, que transmita tranquilidad en medio del caos.
Las aplicaciones de mensajería instantánea, como WhatsApp, Signal o Slack, que se han convertido en un canal importante de comunicación a nivel laboral, han despertado una necesidad de inmediatez: todo es para ¡ya! Si el jefe envía una solicitud por este medio, se tiende a pensar que debe ser ejecutado cuanto antes. Tal vez en este caso es recomendable enviar algunas solicitudes por correo electrónico y aclarar que no se trata de una urgencia. Así el equipo no se desgasta haciendo todas las tareas al tiempo.
También es importante medir los ánimos del equipo y hacer auto evaluación como líderes para identificar si son los causantes de este vehículo sin frenos. Conversar constantemente con el equipo de trabajo y preguntarles cómo se sienten es una buena manera de hacerlo. Incluso, el lenguaje no verbal al entregar estas tareas agotadoras puede ser un indicador de cómo reciben estos mensajes.
En segundo lugar, un líder prioriza las tareas del equipo y planifica qué es urgente, qué es importante y qué puede esperar. El típico listado de tareas puede ser una ayuda, pero es importante no caer en ese checklist eterno que a veces construimos y nunca ejecutamos. Prioricen, especifiquen y sean claros a la hora de mostrar las labores de cada uno.
Recuerden que el afán no permite evaluar los detalles, analizar y proponer, y que fácilmente se pueden obtener resultados mediocres por esto. Dedíquenle el tiempo necesario a cada tarea y traten de balancear dentro del equipo aquellas tareas que gustan y otras que son más tediosas.
Finalmente, acuérdense de que el líder tiene una gran responsabilidad en mantener la motivación del equipo. A final de año, solemos llegar con la batería más baja de lo normal, entonces traten de ayudar y acompañar a las personas a alcanzar esas tareas que a veces se estancan, y juntos vayan tachando ese listado de tareas que eran para ayer.