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Siempre me ha atraído el pensar en el camino de la humanidad por medio de la analogía del desarrollo individual. Mientras nos vamos desarrollando empezamos a comportarnos según lo que nuestra cultura espera de nosotros; somos socializados con el objetivo de encajar. Se nos enseña que es necesario velar por nuestro propio interés y buscar ser alguien en la vida; pues nadie hará eso por nosotros. El ego se construye y desde entonces éste lucha por ser aceptado en la sociedad y al mismo tiempo sobresalir, ser exitoso.
Hoy nuestro sistema económico, político y cultural se enmarca en la búsqueda de la superación personal, esta enmarcada en un “deber ser” que normaliza nuestras conductas. La ideología de nuestra generación es el dinero, el narcisismo y el consumismo.
Hoy en día vemos en LinkedIn a los empresarios lograr rondas de inversión de millones de dólares y somos enseñados a idolatrarlos. Ante las múltiples desilusiones que nos han dado los políticos, la estancada burocracia de las instituciones públicas y la inexistencia de un tejido social que nos una como colombianos, hemos mirado hacia quienes sentimos que están triunfando y visualizar un mejor futuro por medio de éstos. Pero la construcción de un nuevo país no lo van a lograr únicamente los unicornios.
La crisis climática y ambiental que enfrenta la humanidad, que ya ha significado desplazamientos de más de 1.000 personas solo en Colombia, necesita de un nuevo “contrato social”. Todos tendremos que cambiar nuestros hábitos para afrontar un planeta que no puede aguantar un crecimiento infinito de consumo. Esto significa que nuestras acciones deberán basarse en el interés colectivo más que el individual. Tendremos que crear unicornios cuyo éxito dependa no de la dilapidación infinita de nuestros recursos ambientales sino de la regeneración de nuestro planeta.
Pero esto no es un reto que cada país tendrá que afrontar solo. La historia política de las sociedades occidentales nos ha hecho pensar que primero debemos velar por los intereses de nuestro país, nuestro departamento y de nuestra familia antes que por los intereses de toda la humanidad; la mentira de un ego que para sobrevivir de manera funcional se dice a sí mismo que lo único relevante es el grupo al que pertenece. Pero la crisis climática nos obliga a entender que todo está estrechamente relacionado, voy a mencionar ciertos ejemplos para dilucidar mi punto. La deforestación del Amazonas brasileño también depende de la demanda de Soya y madera de China. El desarrollo económico de China ha dependido del consumo de los países de Estados Unidos. El nivel de vida de los estadounidenses depende de la mano de obra de millones de latinos que viajan allá a buscar oportunidades.
Lograr la transformación económica, social y cultural que el mundo requiere para solucionar la crisis medioambiental requerirá de un sentido de ética planetario y comunitario. Volviendo a la analogía con la que empecé esta columna, tendremos que liberarnos de nuestro ego, que nos encapsula en el individualismo, para llegar a distintos estados de conciencia donde lo más relevante no sean puntos de equilibrio, sino nuestros sistemas de valores.