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Ante la necesidad del aparato productivo nacional por adaptar su operación a las sorpresivas dinámicas que impuso la pandemia, el concepto de reinventarse se asumió como si se tratase de una solución transversal y absoluta. Sin embargo, pese a que es un aspecto diferencial, y en muchos casos indispensable para garantizar la viabilidad empresarial, existen diversas actividades económicas que ya constituían una innovación per se, y que con la actual coyuntura se ratificaron aún más.
Este es el caso de la industria de los desarrollos digitales que, más que encarar la exigencia de reinventarse, se enfrentan ante el desafío de abrirse un espacio en el marco normativo colombiano.
Teniendo en cuenta que dicho sector, sin tener una plena operación, ya constituye cerca de 0,2% del PIB local -según el primer estudio sobre el impacto de las plataformas digitales en Colombia, desarrollado por Fedesarrollo-, es necesario que la regulación tenga la versatilidad suficiente para permitir que la tecnología pueda apalancar la competitividad del país.
Con esto en mente, si se consideran las necesidades más sensibles que plantea la actual coyuntura: contrarrestar el desempleo, reducir los índices de pobreza, aumentar los ingresos fiscales, acelerar la digitalización de la economía e incrementar el crecimiento monetario, entre otras, resulta determinante que los emprendimientos tecnológicos puedan ser integrados a la matriz productiva del país. En la medida en que esto suceda, la población contará con más herramientas para sobreponerse al golpe del covid-19, y el renglón comercial tendrá más alternativas para reactivarse.
En ese sentido, la contribución económica de las plataformas digitales no se limita a su aporte directo, ya que existe un amplio abanico de encadenamientos productivos que se beneficia con su operación.
Regresando al citado estudio de Fedesarrollo, vale destacar que estas aplicaciones han influido en que: 15% de sus comercios aliados haya desarrollado nuevas líneas de negocio, 37% de los establecimientos asociados haya sido impulsado a recibir tarjetas de crédito, 45% de los prestadores de estos servicios haya abierto una cuenta bancaria; y que 7% de los negocios aliados hayan establecido convenios.
Toda esta relevancia, sumada a la necesidad de constituir una estructura normativa capaz de adaptarse a estos nuevos desarrollos, es el fondo de la conversación que se intenta dar desde Alianza IN (gremio del sector), para viabilizar el espectro de beneficios que representan estos desarrollos de cara a toda la población que trabaja o se beneficia a través de estas aplicaciones.
Finalmente, ante la incertidumbre que plantea el desenlace de la pandemia, es de señalar que este conjunto de innovaciones tiene como común denominador la capacidad de evolucionar a la par del mercado.
Muestra de esto, es el caso de Picap que, ante la necesidad del distanciamiento social, posicionó en cuestión de meses diferentes líneas de negocio para responder a la creciente demanda de mensajería urbana y compra de bienes de primera necesidad.
Así las cosas, antes de evaluar la reinvención empresarial, es importante reconocer el potencial con el que ya se cuenta. En este caso, Colombia tiene en sus manos la posibilidad de impulsar su productividad con la tecnología; el reto está en regular oportunamente para capitalizar este potencial.