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Casi 30 años llevan los estratos vivos y durante todo este periodo de tiempo, más allá de su objetivo para definir subsidios y contribuciones para los servicios públicos, la estratificación equivocadamente logró crear imaginarios que nos pusieron etiquetas, fomentaron la segregación, la lucha de clases. Los estratos son seis barreras invisibles que ya no funcionan adecuadamente. Ha llegado la hora de derrumbarlos y propongo que su desmonte arranque haciéndose en Bogotá.
Para empezar, nada tiene que ver la clasificación por estratos con la realidad económica de una familia. En su momento la estratificación ayudó a recoger datos sobre la condición y la calidad de las viviendas en que la gente habitaba con una finalidad de identificar a quien se le debían subsidiar los servicios públicos. Fue un sistema único en el mundo, sí único. Pero la verdad es que hoy en día una cosa no tiene que ver con la otra. La condición de una vivienda no necesariamente obedece a la situación económica de una persona. Hay personas de estrato tres con más riqueza que personas de estrato cinco, y a ellos son los que hay que identificar para que también contribuyan. Eliminar estratos no significa acabar con los subsidios sino buscar quién debe de verdad contribuir y quién debe recibir.
Luego, equivocadamente, la estratificación se empezó a usar como la herramienta de planificación para determinar la inversión social y económica del país. Ya sabiendo que esta clasificación no refleja la realidad, vale la pena reflexionar porque durante años hemos tomado decisiones con base en una segmentación errónea y que esto tiene un impacto en los resultados que se esperan sobre los programas y políticas públicas.
Los estratos se convirtieron en una categorización de ciudadanos mezquina que más que aportar lo que logró hacer fue dividirnos. Se nos olvidó que los estratos los tenían las viviendas y no las personas. Creamos ciudades con sectores que estaban delimitados por barreras imaginarias, por ejemplo, ciertos servicios solamente se prestan en determinadas zonas o los productos que se venden en los supermercados dependen del estrato donde se encuentre el punto de venta. Creamos estereotipos.
Es hora de repensar la clasificación por estratificación y de evolucionar el mecanismo. El Sisben ha ayudado a quitarle peso al tema de los estratos. Sí, el sistema tiene problemas, hay que depurarlo, hay colados, pero se puede mejorar. El avalúo catastral es otra alternativa para el reemplazo de los estratos ya que este tiene una mejor forma de demostrar la capacidad de pago de los hogares, en Bogotá se ha avanzado mucho en la actualización catastral, tiene el mejor catastro del país, eso es un terreno ganado frente a otras ciudades. Con tecnologías como big data e inteligencia artificial se pueden apoyar estos procesos, como ocurre en muchas ciudades del mundo donde cruzan la información predial, tributaria y de consumo, tomando decisiones más acertadas frente a los temas de inversión. Lo importante es identificar quienes en realidad tienen más recursos para que contribuyan al mejoramiento de la calidad de vida de quienes tienen menos.
Para que en Bogotá haya equidad, el desarrollo social debe ir de la mano del desarrollo económico. Vivimos otros tiempos y debemos empezar por hacer nuevas apuestas, si siempre proponemos las mismas soluciones no vamos a obtener resultados diferentes. Llegó la hora de explorar otras salidas, Bogotá sin estratos puede aportar a solucionar los problemas de los ciudadanos, pensar en nuevos tiempos, en construir sobre lo construido y en una Bogotá inteligente, de todos.