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En Bogotá el verde, es decir la vegetación, está distribuida de manera muy desigual. Esto es un problema serio pues los parques y árboles no son solo cuestión de estética, sino que impactan las condiciones ambientales, la salud pública y la calidad de vida de la gente. Además de proveer espacios para caminar, relajarse, y hacer ejercicio, estudios demuestran que los parques tienen importantes beneficios para regular efectos del cambio climático. También sostienen que los árboles en la ciudad filtran el aire y capturan el material particulado junto con otros tipos de polución. Está probado que los árboles ayudan a reducir el estrés, están asociados a menores tasas de obesidad y enfermedades respiratorias, y hasta previenen muertes de peatones. Por eso, es fundamental que todos podamos disfrutar esos beneficios y no sólo los más ricos y privilegiados.
En los barrios de menores ingresos y donde se ubica la población más vulnerable a las presiones ambientales y de salud, es donde tenemos menos verde. Según la investigación de la Planificadora Urbana del MIT, Marcela Ángel, el problema de la falta de espacios verdes y árboles en Bogotá no es sólo un problema de déficit sino de equidad ambiental. Mientras el área de parque por habitante en Teusaquillo es mayor a 10m2 por habitante, en localidades como Usme, Ciudad Bolívar entre otras, es menor a 3m2 por habitante.
No todos los ciudadanos tienen un parque cerca de sus casas al que puedan ir en menos de 10 minutos caminando. Especialmente, en las localidades de menores ingresos. Aún peor, los parques de estas localidades tienen menos árboles por hectárea de parque. Es decir, no sólo no hay suficientes parques, sino que los parques que hay no tienen suficientes árboles. En Bogotá hay alrededor de 800 parques sin árboles, y están ubicados de forma desproporcionada en Ciudad Bolívar.
Tenemos aproximadamente 1,3 millones de árboles y un promedio de 6 habitantes por cada árbol. Pero mientras en Bosa hay un árbol por cada 20 personas, y en Ciudad Bolívar y los Mártires uno por cada 14, en Santafé, Teusaquillo y Chapinero hay uno por cada 3 que es lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Necesitamos por lo menos un millón de árboles para acercarse a los estándares recomendados a nivel internacional.
Vivimos un momento en el que la calidad del aire alcanza niveles críticos cuando hay pocos vientos, como sucedió en febrero, entonces la desigualdad verde también se convierte en un problema de (in)justicia ambiental. Las poblaciones más vulnerables sufren desproporcionadamente los efectos negativos de la polución. Precisamente este problema es particularmente crítico en el suroccidente de Bogotá, en las mismas localidades dónde la mortalidad infantil presenta las tasas más altas. Según estudios recientes, Bogotá es la tercera ciudad global con más casos de asma por polución en niños.
Plantar árboles es una de las estrategias más costo-eficientes para mejorar la calidad del aire. Adicional a los beneficios para la salud, plantar árboles trae co-beneficios como el secuestro de carbono, la mitigación de escorrentías y la conservación de la biodiversidad en zonas urbanas. Esto hace que esta solución sea también una estrategia natural de mitigación y adaptación al cambio climático, con beneficios en el futuro.
Sin embargo, plantar un millón de árboles de la manera como lo venimos haciendo o proponiendo no va a solucionar el problema de la desigualdad verde. Los principales beneficios de cada árbol se concentran en los 300 metros alrededor del mismo. Por eso, es necesario plantarlos de forma inteligente y focalizada en donde más se necesitan y no sólo donde hay espacios disponibles.