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Colombia está en mora de generar nuevas conversaciones que aún no hemos tocado. Necesitamos nuevas ideas para reiniciar el país del letargo que dejará este Gobierno. No podemos resolver los problemas de siempre, con ideas del pasado. No creo en el estatismo que denigra al sector privado y sobrecarga al Gobierno de responsabilidades. La historia ha demostrado que el progreso se logra trabajando de la mano del empresariado, no en su contra.
No creo que el país y la oposición debamos dejar de pensar en nuevas ideas. Los problemas persisten, y aunque ahora estemos ocupados deteniendo acciones gubernamentales que empeoran todo, debemos seguir proponiendo.
Según el Banco Mundial, 10% más rico de Colombia recibe 11 veces más que 10% más pobre. Una brecha que no se borra con discursos trasnochados, sino innovando y ejecutando. El sector productivo no es el culpable de la inequidad; la raíz del problema radica en nuestra incapacidad para integrar a la mitad de la población en él.
Para esto, hay que fortalecer tres elementos fundamentales: nutrición, educación y empleo. La nutrición, al ser la base del desarrollo cognitivo, prepara el terreno para una educación de calidad; y una educación pertinente abre las puertas del empleo, asegurando mayor movilidad social y equidad. Podemos pensar en la nutrición, la educación y el empleo, como las tres patas del trípode de la equidad. Con un solo elemento débil, el trípode y el discurso de la equidad se van al piso.
Según el Informe Global sobre Crisis Alimentarias 2024, por primera vez, el país está en situación de alta inseguridad alimentaria aguda. Un total de 9,3 millones de colombianos enfrentan riesgos alimentarios por efectos de El Niño. Es necesario invertir en tecnología agrícola, fortalecer los bancos de alimentos y apoyar a empresarios de la industria agrotech, no solo para garantizar la seguridad alimentaria, sino también para generar empleo.
Por su parte, en pleno siglo XXI, la educación debe centrarse en preparar a los jóvenes para el mercado laboral, haciendo hincapié en las ciencias, tecnología, ingeniería, matemáticas e informática. Según la Ocde, para 2030, 80% de los empleos requerirán estas competencias. A la par, el modelo educativo debe evolucionar al enfoque de educación continua, hoy necesitamos seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida para adaptarnos a los cambios tecnológicos. Requerimos una oferta educativa flexible que se alinee con estas demandas, no una que las ignore.
Por último, Colombia no ha logrado integrar en la formalidad a la mitad de su población. Es especialmente crítica la situación de los jóvenes: según el Dane, hay 2,9 millones de “ninis” en el país, jóvenes que ni estudian ni trabajan. En el último trimestre reportado, el desempleo juvenil subió a 19,3%. Respecto al año pasado, perdimos 128.000 empleos en sectores como alojamiento, servicios de comida y construcción. Evitemos aumentar la incertidumbre en estos sectores y trabajemos en crear incentivos para la contratación juvenil. Una forma de lograrlo podría ser premiando a las empresas que no solo contraten a más jóvenes recién graduados, sino que también ofrezcan programas de formación profesional específicos para mejorar su empleabilidad.
En últimas, integrar a los jóvenes es abrir las puertas al futuro y, en este momento, Colombia necesita nuevas ideas.