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Las últimas masacres que se han producido en el mundo -Christchurch, Poway y El Paso- tienen un común denominador: sus perpetradores colgaron sus macabros planes en 8chan, una plataforma que promueve el anonimato y la libertad de expresión absoluta.
Lo más oscuro de internet se encuentra en esa página, donde se dan cita activistas que arman feroces cruzadas en contra de aquello que desprecian. Es ahí donde se fortaleció la virulenta campaña antifeminista GamerGate.
Las personas que entran a 8chan navegan por tableros de contenido, siendo el más popular el del “/pol/”, que es la abreviación de “políticamente incorrecto”. Bajo esta etiqueta se encuentran teorías conspirativas, muchas de las cuales ayudaron a Donald Trump a auparse a la presidencia, contenido antisemita y un discurso racista.
El perpetrador de la masacre en Christchurch, Nueva Zelanda, que dejó 51 muertos, subió un manifiesto en la página de lo que iba a cometer; el que ejecutó a una persona en la sinagoga de Poway, en California, también; y el asesino del Walmart en El Paso, Texas, donde murieron más de 20 personas, hizo lo mismo. Ni los usuarios, ni la plataforma, alertaron a las autoridades.
Quién sabe cuántos asesinatos más que no han sido tan sonoros se han cocinado en 8chan, pero es importante saber que a raíz de lo que sucedido el sábado en Walmart, la opinión pública ha comenzado a hablar de 8chan. ¿Por qué las autoridades no han actuado antes? ¿Por qué sigue abierta? ¿Quiénes están al frente de la plataforma? ¿Desde dónde opera?
Algo de contexto. 8chan fue creada en 2013 por Fredrick Brennan, en respuesta a los esfuerzos que inició 4chan, su predecesor y gestor de la comunidad de hackers Anonymus, para censurar los discursos radicales.
Brennan prometió a los usuarios que no habría control de ningún tipo. En 2015, Brennan se alejó de 8chan y su control lo asumió Jim Watkins, quien gestiona la plataforma desde Filipinas. Irónicamente, Brennan lleva seis meses pidiendo el cierre del monstruo que creó.
Luego de la masacre en Christchurch, los operadores de internet y Australia bloquearon su acceso, pero por apenas unas semanas. “8chan no le está haciendo ningún bien al mundo”, ha señalado Brennan. Pero ahí sigue. El domingo, el operador Cloudflare, que sirve a 8chan y lo protege de ataques, dejó de suministrarle los servicios, pero el lunes, reportaban algunos medios, la plataforma ya estaba disponible de nuevo.
Algunos se preguntan si el cierre de este tipo de plataformas es la solución. “No”, señala con vehemencia el portal de noticias BuzzFeed News. “Cierra este grifo y otro se abrirá, con otro nombre. El problema no es el portal en sí, sino la radicalización cultural que ha estado floreciendo en los últimos años”.
Hay quienes argumentan que 8chan debería seguir al aire, pero con una mayor supervisión de las autoridades. Al fin y al cabo, es mejor tener identificado el nido de víboras a estar buscándolo. Sin embargo, son a su vez muchas voces, entre ellas las de gobiernos, las que solicitan su cierre.
Estoy empezando a creer que son los primeros quienes tienen la razón. La censura, al fin y al cabo, siempre será la salida fácil y ésta nos aleja de atacar la verdadera raíz del problema: el terrible abismo de la radicalización al que nos estamos lanzando. Guiados, eso sí, por nuestros irresponsables políticos.