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Uno de los grandes retos del siglo XXI es reinventarse el gobierno para que se ponga al día con el resto de la sociedad. Así lo piensa el visionario estadounidense Tim O’Reilly, uno de los grandes gurús de la tecnología y autor del libro ‘WTF, ¿qué es el futuro y por qué depende de nosotros?’.
En los últimos años, gobiernos de todo el mundo, incluyendo el colombiano, han ido incorporando buenas prácticas de la tecnología en las operaciones burocráticas del Estado. Por ejemplo, digitalizando archivos, expandiendo los trámites en línea y colgando cada vez más información en internet para que el ciudadano tenga acceso de manera rápida y fácil a ella.
A su vez, los políticos han adoptado a las redes sociales como su principal medio de comunicación; han construido sus campañas en torno a estrategias sólidas de microsegmentación de la información en plataformas como Facebook y han entendido que la tecnología dejó de ser un tema de nerdos.
Sin embargo, la brecha aún es grande y no es esperanzador ver cómo EE.UU., país que siempre ha sido punta de lanza en reinvención, está dando marcha atrás a varias políticas que iban encaminadas a convertir al gobierno en una gran plataforma tecnológica.
El gobierno de Donald Trump, guiado más por la ideología que por sentido común, ha reversado gran parte de las políticas de datos abiertos de su antecesor, Barack Obama. El gran muro que está construyendo Trump no es el de México, sino uno virtual.
Aunque este retroceso es un baldado de agua fría, probablemente es pasajero y apenas durará los años que esté Trump en el gobierno. Pero como en tecnología cualquier adversidad es mirada como puerta a una gran oportunidad, no debemos dejar de estudiar cómo construir esa plataforma gubernamental que realmente facilite la vida a sus ciudadanos en las actividades cotidianas.
Según O’Reilly, para poder avanzar hacia ese camino debemos partir de la premisa que tanto las plataformas tecnológicas como el gobierno aún deben aprender mucho del otro. En este orden de ideas, el visionario señala que ambas deben construir una infraestructura mutua bajo la cual puedan nutrir y fortalecer a las aplicaciones y servicios que ofrecen.
A su vez, deben crear unas reglas de juego claras y ser implacables a la hora de hacerlas cumplir. Hoy existen esas reglas, pero éstas no son, ni mucho menos, claras para los usuarios y muchas compañías tecnológicas han sido muy laxas en hacerlas cumplir. Claro ejemplo de ello es Facebook y el tratamiento poco claro que le ha dado a los datos que ha ido recolectando a lo largo del tiempo de sus usuarios. Mientras no haya confianza en la plataforma, la ciudadanía no va a acudir a ella.
O’Reilly también considera fundamental que el gobierno debe multiplicar considerablemente su inversión en el campo de la innovación, y da como ejemplo la inversión que realizó Washington durante la Segunda Guerra Mundial en computación digital. Ese proyecto desembocó en la tecnología que a futuro le cambiaría la cara a IBM y la convertiría en una de las grandes empresas del mundo. Cualquier apuesta gubernamental en innovación eventualmente se la apropiará la empresa privada.
Ojalá nuestro próximo mandatario sepa capitalizar en los avances que le dejó en materia de plataforma gubernamental su antecesor. Que no fueron pocos. Queda, eso sí, el paso final.