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Así pueda incomodar a algunas personas, hoy hay dos realidades. La primera es que Gustavo Petro es el único candidato a la presidencia que despierta pasión e ilusión entre los suyos. Los otros no. Existe una masa importante de electores que creen con firmeza en sus palabras y propuestas sin importar el populismo y la irresponsabilidad de las mismas.
La segunda realidad es que la fuerza de los otros candidatos irá creciendo a costa del profundo anti-petrismo existente. Es parte de la democracia. Si las elecciones pasadas fueron un referendo entre el uribismo y el anti-uribismo, estas serán entre el petrismo y el anti-petrismo. Lástima que sea así, pero es lo que hay, reflejo de un país perdido entre lo que quiere y debe ser y tristemente es.
Independientemente del resultado electoral de las próximas elecciones presidenciales, gane uno u otro, u otra, el panorama que se encontrará el próximo mandatario es el de una nación llena de ansiedad, envuelta en la más aguda polarización, llena de desconfianza y de muchos otros temores. Y todo esto en medio de un nuevo orden mundial anárquico, en el que aún se sigue sin entender cómo Donald Trump llegó a la presidencia de los Estados Unidos o cómo Inglaterra tomó la decisión de salirse de la Unión Europea a punta de mentiras.
En medio de esta desazón, que dicho sea de paso, no es exclusiva de nuestro país, los ciudadanos no podemos quedarnos cruzados de brazos. Los liderazgos empresariales, sociales, educativos, deportivos y demás son hoy más importantes que nunca. Aunque la situación no invita a lanzar fuegos artificiales, hay que mirar al futuro con optimismo.
La revista Fast Company, en su más reciente edición, publicó más de 100 páginas sobre cómo liderar con optimismo, ideas que obtuvo de su Festival de Innovación en el que reunió a decenas de los más importantes emprendedores, creativos y pensadores del mundo durante una semana.
“No sabemos qué es lo que va a suceder, pero si nos concentramos en lo que podemos controlar, y en nuestras reacciones al mundo que nos rodea, podemos encontrarle un significado a las cosas y crear hechos de impacto”, escribió el director de la revista.
Los cambios empiezan por uno, no por los demás, y una de las primeras premisas que hemos de tener es respetar aquello que no entendemos. Tenemos que aceptar que nuestro conocimiento no es total y que si queremos comprender algo tenemos que estudiarlo, bien sea para refutarlo o aceptarlo. Las redes nos han hecho expertos en todo. La realidad es bien distinta, somos cada vez más ignorantes.
En segundo lugar, debemos respetar a las personas que no comprendemos. Y no solo en la política. “La diversidad no es solo un tema social, es una obligación empresarial. El tener un equipo con gente muy distinta la una de la otra abre la puerta a ideas y oportunidades más amplias”, subrayó Carla Harris, del banco de inversión Morgan Stanley. Hay que comenzar a tener grandeza, y entender que no podemos seguir trabajando aislados en silos con gente que solo piensa igual a nosotros.
Y por último, el gobierno no lo es todo. Cada uno de nosotros, desde nuestras distintas plataformas de trabajo y liderazgo, podemos construir una mejor sociedad. Solemos responsabilizar al gobierno de turno de nuestras frustraciones y problemas. Y en la mayoría de casos, esto no es así.