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Progresar en Colombia es tan difícil, que cualquier arranque por emprender queda prontamente ahogado en un mar de trabas impuesto por quienes se sienten amenazados y no entienden que el mundo cambió.
Esta frustración es particularmente latente en el campo de la tecnología y de la innovación. Lo único que encuentra un ciudadano con nuevas ideas para cambiar el país es un obstáculo tras otro. El progreso, nos indica nuestra sociedad, es solo para unos pocos. O llega en los tiempos que ellos determinen.
Lo experimentamos con Uber, que fue un episodio tan mal manejado que terminó en una persecución absurda de las autoridades contra personas trabajadoras a quienes dieron trato de delincuentes. Y por si fuera poco, el gremio de los taxistas, que vive estancado en la inoperancia del pasado, fue el principal instigador.
El tema con Uber no ha cambiado. El problema sigue. La oferta de un servicio competitivo y eficaz de transporte es interpretada como una amenaza y agravio al deficiente servicio de taxis del país. Y la policía, en vez de estar centrada en temas de mayor importancia para la ciudadanía, se encuentra perdiendo el tiempo reteniendo a los vehículos blancos que prestan un servicio digno y eficiente.
Paradojas de la vida. Con esa creatividad, ingenio y pujanza que caracterizan al colombiano, éste se encuentra atenazado en un ecosistema que compite por convertirse en el país que mayores obstáculos le pone al progreso. Es un ecosistema en el que se mezcla una profunda ignorancia con la envidia y las ganas de dañarle el caminado al otro. Aquí se premia y se defiende lo mediocre. Y, como no podía ser de otra forma, se castiga lo contrario.
El último ejemplo de esta práctica apareció la semana pasada en el diario El Tiempo. En una breve, se informa que las agencias de turismo y Anato elevaron su señal de protesta contra el nuevo servicio de Airbnb llamado experiencias, un servicio que le permite a los ciudadanos ejercer de guías de la ciudad u ofrecer experiencias como caminatas, recorridos de arte o clases de cocina entre otros.
“Para ejercer esta actividad hay que ser profesional en ello, por lo que quienes buscan hacerlo con Airbnb deben cumplir con los requisitos”, dijo Anato.
Resulta que Anato le está hablando solo a 70 personas. Ese es el número de experiencias que hay hoy en Airbnb en Colombia. Esa es la amenaza. 70 personas.
Entre las experiencias está la historia de la antigua Bogotá, urbanismo en Medellín, ritual de los cuatro elementos en Pereira, un tour de Salsa, el paisajismo capitalino o recorridos en bicicleta por nuestras montañas. Algo que no necesariamente ofrecen ni agencias ni hoteles.
Conocí ‘experiencias’ en México. Aprendí a cocinar 10 salsas típicas mexicanas con una maravillosa cocinera. Al día siguiente me llevó a la Central de Abasto a conocer los murales majestuosos de tan maravilloso lugar. En Colombia, @AuraMexCooking (Instagram) sería vista como una amenaza. En México no, en México es una promotora de la cultura, una vocera de la grandeza de ese país.
Por eso, México, pese a sus problemas, está a leguas de distancia en nosotros en lo que a turismo se refiere. El progreso no puede ser un delito. Por eso hay que invitar a más colombianos a que ofrezcan sus experiencias. Ya va siendo hora de que no nos frenen más.