MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Se aproxima una época electoral y con ella los fanatismos en redes sociales que se sobreponen al pensamiento. Aunque la mente humana tiende a sintetizar los problemas para darles solución, es necesario no simplificarlos hasta el punto de convertirnos en “hinchas” de un candidato que se aprovecha de nuestro fanatismo para lograr el poder.
Por otro lado, es entendible la complejidad que supone elegir un candidato cuando hay más de veinte haciendo diferentes propuestas y programas de gobierno. Entonces, surge una nueva arista: ¿quién tiene tiempo para revisarlos todos y elegir el que mejores propuestas nos hace?
El mundo empresarial y sus aprendizajes sobre liderazgo nos revelan algunas ayudas para elegir mejor.
Ben Horowitz, socio fundador de uno de los fondos de capital riesgo más reconocidos de Silicon Valley, dice que el 90% del éxito de un emprendimiento depende exclusivamente de la persona, de su capacidad de ejecución y de reponerse a las dificultades y solo un 10% es la “gran” idea. Si asemejamos la idea de negocio de un emprendedor con las propuestas de un candidato a la presidencia, tal vez la mejor fórmula sea volver a pensar en el candidato, dejando en un segundo plano las propuestas. Propuestas, cómo ideas de negocio, hay millones pero solo unos pocos llegan a ser negocios exitosos y la clave parece ser el emprendedor, la persona.
¿Cuáles son esos indicadores que generalmente llevan a un emprendedor a ser exitoso? Y, ¿podemos aplicarlos a la elección presidencial? Existen muchos indicadores, algunos más complejos de medir, pero para los efectos de la elección, podemos fijarnos en tres principales:
El primero es que genere confianza. Esta es una característica fundamental de un buen líder. Nadie sigue a una persona en quién no confía. Esa confiabilidad se gana siendo coherente entre lo que se dice y lo que se hace. Si nuestros candidatos no lo son, difícilmente lograrán liderar a un equipo de trabajo motivado en conseguir la ejecución de sus propuestas y, por ende, una presidencia sin resultados.
El segundo es su capacidad de ejecución. Mostrando resultados de forma consistente. Si un candidato nos propone que va a construir kilómetros de autopistas, debemos revisar si cuando tuvo que ejecutar algo, lo hizo bien. De lo contrario, estamos ante un gran proponedor y pésimo ejecutor. Y no podemos caer en cantos de sirena que nos llevarán a arrepentirnos en unos años.
El tercer indicador para elegir bien es conocer qué dicen de él o ella quienes han trabajado a su lado. Un gran líder es recordado por sus equipos con afecto, pues supo valorar el esfuerzo y trabajo de cada una de las personas que formaron equipo con él.
Si el equipo con el que trabajó alcanzó grandes hitos y hoy habla de él con afecto, tenemos ante nosotros a un gran líder. Si, por el contrario, quienes trabajaron con él solo quieren olvidar la experiencia, estamos ante una persona que se antepone a su equipo y solo pretende brillar en lo personal para acaparar el poder.
Un directivo ejemplar sabe que el camino es largo y solo se alcanzarán buenos resultados de forma consistente si se es coherente, confiable y se logran resultados de forma consistente. En la política deberíamos aspirar a que así fuera.
Elegir es la tarea más importante que ejercemos en democracia. Somos los miembros de la junta directiva del país y debemos elegir un gran líder que nos consiga resultados y en quien podamos confiar. Sería decepcionante que los fanatismos guíen la decisión y, con ello, perdamos cuatro años en confrontaciones inútiles que le ayuden a tapar a un presidente su pésima capacidad de ejecución.
Hemos pasado ya por ahí y debemos buscar que las cosas cambien para el bien de todos.