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Egan Bernal agitó las redes sociales con su frase “No soy economista, pero mi sentido común me dice que... El regalar plata no va a poder durar mucho tiempo y terminar en algo bueno”. Con un simple análisis llegó a la conclusión básica: allí no hay generación de valor social, no puede ser sostenible. En Latinoamérica y el Caribe llevamos 70 años pretendiendo que esa es la fórmula y no ha funcionado ni va a funcionar. Más bien la pregunta debería ser, cómo el receptor de los subsidios supera ese estado de vulnerabilidad.
El anterior viceministro de Hacienda, Juan Alberto Londoño, publicó en La República la semana anterior un artículo titulado “Nadando en Subsidios”. En este, señala que “Desde el Gobierno Nacional, hoy se destina una cantidad incalculable de recursos a la población a través de varios programas, subsidios y transferencias, sin embargo, la dispersión de los recursos no permite que los ciudadanos vean con claridad el esfuerzo del Estado”. ….gravísimo lo de “incalculables”. Urgente calcularlos y rediseñarlos.
En 2018, las empresas y gremios de servicios públicos a nivel nacional, encargaron un estudio sobre la eficiencia y eficacia de los subsidios a los servicios públicos (Ecsim 2018). Ese año se asignaron subsidios en energía por $3,3 billones a los hogares en estratos 1, 2 y 3. Para el estudio se contó con la microdata de facturación de las empresas y del Sisbén 3. Los resultados indicaron que los subsidios que efectivamente se deberían aplicar eran de cerca de un billón de pesos, a su vez, los recaudos por contribuciones a partir de determinado puntaje en el Sisbén podrían recaudar eficientemente ese billón para el esquema de subsidios cruzados. La conclusión es que la mala asignación de subsidios vía estratificación le está costando a los colombianos $3,3 billones.
El Estado requiere una reingeniería. Idéntico ejercicio se debe hacer con todos los subsidios que se entregan, y una parte importante de ellos deben transformarse de subsidios a incentivos a la formalización. Un ejemplo es el pago del subsidio individual de salud que cubre 53% de la población. Podría convertirse en un aporte a la formalización del empleo con un efecto neutro en el presupuesto de la nación a la vez que se contribuye a la formalización del trabajo y las empresas.
Colombia y Latinoamérica se montaron en un proyecto de estado fallido. Desde el gobierno populista de Perón en Argentina, Latinoamérica adoptó un modelo de estado asistencialista que progresivamente escaló impuestos, endeudamiento y emisiones de dinero que desarticularon el adecuado funcionamiento de la economía y canibalizaron su capacidad de crecimiento y transformación de las economías.
En vez de construir capacidades se crearon dependencias y esquemas de corrupción y favoritismos que terminaron por socavar las democracias y las dinámicas de emprendimiento, innovación y aprendizaje de las sociedades. Las propuestas populistas de las primeras décadas del siglo 21 han profundizado las fallas en vez de corregirlas.
En un ejercicio básico, entregar subsidios a los tres deciles de bajo ingresos de la población, sustrayendo el ingreso de los dos deciles superiores tiene un efecto nulo en el crecimiento de la economía.