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El fallo profundo de este Gobierno es producto de un discurso errado, de una falla ética, de propuestas de reforma equivocadas y de una enorme incapacidad de gestión del Estado.
El discurso confunde motivos con programas de reforma. Los motivos de priorizar la vida, la superación de la pobreza, la búsqueda de la paz, el cuidado del medio ambiente, son prioridades de toda la humanidad. Pretender que son sus banderas exclusivas y que aquellos que se oponen al gobierno, se oponen a estos propósitos, está llevando al fracaso su discurso y a no entender cómo es que las sociedades han construido paz, equidad y prosperidad. A esto le mezcla odios ancestrales que solo conducen a violencia y a un proceso de paz que esta llevando a la perdida del control territorial de la integridad del país.
La falla ética ha socavado la legitimidad de la campaña, de la elección y de la gestión del gobierno. La forma como se destruyó a los oponentes con campañas con información falsa y tendenciosa, la recepción de dineros cuestionables, la alianza con sectores corruptos de la política, la aparición de los Petrovideos, y finalmente las evidencias jurídicas de lo realizado por su hijo, su hermano, y los directivos de la campaña ha dejado a este gobierno sin autoridad moral.
Con las propuestas de reforma se ha dado contra la pared. La obsesión de estatización contenida durante tres décadas pretende destruir los avances en salud, educación, servicios públicos, vivienda, infraestructura, régimen laboral, minería y en energía. El resultado ha sido una profunda crisis de la confianza empresarial y de los hogares. La consecuencia es un colapso de la inversión del consumo de bienes durables y semidurables. La economía empieza a pasarle una dura factura que marcará todo lo que queda de este gobierno.
La incapacidad de gestión y gobierno está conduciendo a una crisis del Estado. No hay un entendimiento ni de las funciones, ni de los compromisos, ni de las responsabilidades. Por ello se cometen errores, como el del decreto del presupuesto que hubiera llevado a un default técnico al país, o como el de la perdida de los juegos panamericanos, o el escándalo de la licitación de pasaportes, o como el colapso de los subsidios en vivienda, o los bandazos en tarifas de energía, la escasez de medicamentos y el vencimiento de vacunas. Qué desastre y qué vergüenza. Es un gobierno preso de sus incompetencias y caprichos.
Colombia cometió un gran error al elegir a Petro. Las cuatro fallas expuestas se conocían desde antes de su elección. Sabíamos cómo había gobernado Bogotá. Sabíamos que desconocía los procedimientos y pasaba por encima del ordenamiento jurídico y por eso tenía procesos y sanciones de contraloría y procuraduría por sus actuaciones en basura, aguas, entre otros más. Su programa de gobierno y su discurso de odios y retaliaciones estaban expuestos en su campaña. No está haciendo ninguna reforma que no estuviera avisada ni tiene ningún comportamiento que ya no conociéramos. Difícil confiar en el buen juicio de quienes votaron por él.
Este no es el primer gobierno progresista, es simplemente uno más de los nefastos gobiernos mesiánicos y populistas que han sumido a Latinoamérica en el subdesarrollo.