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El estudio mundial de valores de Ronald Inglehart permite una aproximación a lo que llamamos civilización. Las sociedades incluyentes, pacíficas y prósperas comparten un conjunto de comportamientos e instituciones que son las bases de su convivencia y bienestar. Son sociedades racionales, laicas, tolerantes, con individuos autónomos, libres y responsables socialmente, con respeto a la mujer y a la diversidad; por todo ello, con altos niveles de capital humano y social.
La propuesta de sociedad que los Hermanos Musulmanes proponen desde su nacimiento en 1928 con Hasan al-Banna es la de una sociedad confesional, antisionista, anticomunista, antilaica y con una visión de la mujer y de la diversidad excluyente y opresiva. Su credo ha derivado en múltiples movimientos y regímenes: Irán, Al Qaeda, Isis, Hamás. Su recorrido de muerte está impactando con atentados con decenas o miles de muertos en París, España, Indonesia, Estados Unidos. Para ellos, occidente es el eje del mal que está degradando su cultura.
En la contraparte está un credo no menos violento. Las guerras religiosas de los cristianos han sido milenarias y brutales. Y no son solo las cruzadas. Fueron también las expulsiones y segregaciones de judíos y árabes en los siglos XII al XV y que llenaron a Europa de guetos y conflictos que persisten hasta hoy, como ocurre en los Balcanes. Las más graves fueron las guerras religiosas entre católicos y protestantes en los siglos XVI y XVII, que generaron diásporas y segregaciones que marcaron la colonización de América.
Una guerra que antecede el conflicto árabe israelí es la guerra religiosa entre cristianos y árabes en El Líbano que estalló en 1860 y ha permanecido en el tiempo. La emigración de cientos de miles de cristianos a múltiples países del mundo -entre ellos Colombia y otros en Latinoamérica- a finales del siglo XIX y principios del XX tiene este origen y fue el marco en que se dio el establecimiento de las comunidades judías nuevas en las tierras del entonces Imperio Otomano.
La guerra con Hamás no es nueva y está enfrentando a dos pueblos que se creen elegidos de Dios. Vargas Llosa en un ensayo de 2005 y reeditado en 2016 la llama “Una Guerra Santa”. En sus entrevistas se evidencian dos posiciones extremas que sostienen la eliminación del contrario por tener derecho a su tierra santa.
Gaza surge como territorio autónomo luego de estar bajo control egipcio en los acuerdos de Camp David y de Taba en el año 2000. Se abría un espacio en que los dos pueblos aceptaban su existencia y una nueva perspectiva de paz en la región. Ariel Sharon toma en 2005 la decisión de desalojar los 21 asentamientos de Gaza y Cisjordania. Pero el extremismo hace presencia y Hamás se apodera de facto y expulsa a la Autoridad Palestina.
El dirigente palestino Nabil Amr decía a Vargas Llosa: “La gente no va a Hamás por razones religiosas, sino por desesperación, por falta de trabajo, por hambre, por la claustrofobia que le producen la ocupación y los asentamientos”. Amy Ayalon, un comandante retirado de Israel señala “Si no ofrecemos un futuro mejor a los palestinos, nunca venceremos a Hamás”. Inadmisible el ataque de Hamas. Esta lucha también me corresponde.