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El equipo económico de Petro, Ocampo, Bonilla, y él mismo, se precian de ser “Keynesianos”, lo que básicamente quiere expresar que no son de esos neoliberales del “mainstream”. El asunto es que, con base en el análisis de Keynes, se puede sostener que están haciendo todo al revés y están destrozando la economía.
En su libro “Teoría General del empleo, el interés y el dinero”, de entrada, en la presentación sostiene: “La propensión a consumir y el coeficiente de inversión nueva determinan, entre ambos, el volumen de ocupación”, “Si la propensión a consumir y el coeficiente de inversión nueva se traducen en una insuficiencia de la demanda efectiva, el volumen real de ocupación se reducirá hasta quedar por debajo de la oferta de mano de obra potencialmente disponible”.
Explica en el capítulo 5 que el equilibrio de la economía depende entonces de la dinámica de inversión, pues el consumo es menos flexible y concluye: “Esta es la esencia de la teoría general de la ocupación”. El capítulo 6 señala: “La expectativa como elemento determinante de la producción y la ocupación” y en el libro IV, capítulo 11, explica los incentivos y la rentabilidad necesaria para que se dé el rol del empresario, que articula las inversiones requeridas para que la economía se mantenga en marcha. Sostiene que, si esto no se da, la economía entrará en un ciclo de contracción. Esta es la maldición keynesiana y es lo que está generando el modelo económico de Petro.
Las inversiones se dan si se cumplen dos condiciones: se tiene un retorno adecuado y los riesgos son gestionables. Ambas cosas se han afectado por las medidas y los mensajes de política del Gobierno. La tasa de retorno esperada de las inversiones fue afectada de entrada por la reforma tributaria, aumentando unas tasas impositivas que ya eran desmedidas y desincentivaban la inversión. El aumento del gasto público siguió alimentado la inflación y con ello las tasas de interés, que compensarán la pérdida de valor del dinero y con ello la financiación de nuevos proyectos está en niveles restrictivos.
El efecto realmente devastador lo está generando la destrucción de las expectativas que producen los mensajes y reformas de Petro: la industria y el comercio ven contraer sus ventas, en salud no hay cómo hacer inversiones, vivienda se fue al piso por políticas equivocadas y lo mismo ocurre con infraestructura. Energía eléctrica y servicios públicos se paralizaron por amenazas de reforma de estatización, fallas ambientales, regulación, amenazas de intervenir los precios. Minería, gas y petróleo, que tienen el potencial con base en la estructuración de Fondos Soberanos Inversos de trasformar las finanzas públicas, las tiene totalmente acorraladas y estancadas.
La consecuencia es un nivel de inversión de contracción económica, en 2023 fue de 15,0% del PIB, el nivel más bajo en los últimos 20 años, luego de que en la década anterior fue de 23%. La inversión este primer trimestre cayó nuevamente 13,4% contra el del año anterior. Por eso las cifras del comportamiento del PIB prenden todas las alarmas. La reactivación depende de la inversión, impulsar gasto alimentado con deuda solo implicará más inflación.
El manejo económico de este gobierno es un desastre estructural. Keynes ya los habría echado a todos.