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ANALISTAS 15/02/2025

Capacidades humanas para el bienestar y una vida digna

Diego Hernández Losada
Rector de la UAO
Diego Hernández Losada
La República Más

En las instituciones de educación superior deben suceder, de manera natural, los debates sobre las capacidades humanas necesarias para lograr el bienestar y la vida digna de las personas. ¿Qué somos capaces de ser y hacer? ¿Qué conquistas valiosas debemos alcanzar los seres humanos para vivir una vida larga, saludable, libre de abusos y de violencia, en la que podamos adquirir conocimientos, ser creativos, experimentar emociones, desarrollar el pensamiento crítico, pero también tener la capacidad de relacionarnos, poder trabajar en equipo, ser capaces de protegernos y de proteger a los otros, cuidar de la naturaleza y de las especies que las habitan? Esta lista de capacidades ha sido formulada por la filósofa Martha Nussbaum, especialmente en su libro “Crear Capacidades (2011)”.

Son entonces las universidades y los contextos donde actúan, los lugares en los que los estudiantes pueden cultivar esas “capacidades humanas fundamentales”. Esto requiere de nuevas pedagogías, como lo han propuesto Mary Kalantzis y Bill Cope (2012)) en su libro “Nuevo Aprendizaje”. Una de ellas es la pedagogía reflexiva, que consiste en un proceso flexible, dinámico entre pares y maestros, que promueve el desarrollo del pensamiento crítico, estimula la creatividad y la confianza para contribuir a la creación de conocimiento y fomenta procesos de apropiación tecnológica

Por lo tanto, la conexión entre la filosofía de las capacidades humanas y la pedagogía reflexiva, es la clave para emprender las transformaciones que anhelamos para el sistema de educación superior en Colombia. Centradas en el individuo, estas transformaciones deben contribuir a desarrollar capacidades humanas necesarias para que los estudiantes vivan experiencias de aprendizaje conducentes no solo a su éxito profesional, sino que les den herramientas para enfrentar los retos complejos de la globalización de la economía, los cambios profundos y acelerados en lo político, social y económico, junto con un rápido progreso y dependencia de la mediación tecnológica y digital, pero también, la incertidumbre sobre las consecuencias del cambio climático, entre otros.

Para las universidades, esto agrega mayores desafíos y demanda creatividad a la hora de actualizar los diseños de las experiencias de aprendizaje para sus estudiantes, así como de las trayectorias formativas y adaptativas. En una pedagogía reflexiva se balancea el proceso educativo y el estudiante entra a desempeñar el papel de agente en su proceso de aprendizaje, pasando de ser un consumidor a un creador de conocimiento, que construye colectivamente con profesores y con sus pares, que están presentes en múltiples modalidades, presencial, virtual o combinada.

Cómo lo afirman Kalantzis y Cope (2015), ya no será necesario el énfasis de la memoria del largo plazo en pedagogía. Los estudiantes tendrán dispositivos electrónicos inteligentes, ubicuos, prótesis cognitivas, como ya empieza a conocérseles, que les permitirá vivir múltiples experiencias de aprendizaje, enriquecedoras, diseñadas no con talla única, sino flexibles, que sirvan a los propósitos diversos del aprendizaje para el ser humano. Para concluir, la pedagogía reflexiva en las universidades, es un enfoque pedagógico sólido, que contribuye a la materialización exitosa del desarrollo de las capacidades humanas para el bienestar y una vida digna.