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Decirle “cartel de la coca” al grupo de personas que llevan su almuerzo en un recipiente de plástico, tipo lonchera, es un chiste muy noventero; lo oí por primera vez en el trabajo y sentí que era medio despectivo, pero con el tiempo me di cuenta de que los más cuidadosos, con su salud y su bolsillo, son los más obsesionados con sólo comer lo que ellos preparan en casa, lo que pueden controlar, pero para eso hay que tener más que disciplina.
¡Los admiro! y les confieso que yo soy incapaz, no por falta de ganas, pero es que no he podido ser constante, nunca me da el tiempo, ni para mercar los productos adecuados ni para preparar las comidas con anterioridad.
El ‘meal prep’, es uno de esos términos que las nuevas generaciones, si o si, deben conocer. Se trata de una tendencia culinaria que consiste en dedicar un día para preparar la comida de toda la semana, o al menos, dejar muchas cosas a la mano partidas, lavadas, cocinadas, en la nevera, de manera que todo sea mucho más práctico a la hora de cada comida, o de armar la lonchera.
Así, sí podría unirme de manera permanente, o al menos en semana al cartel de la coca, pero es esclavizante y quita mucho tiempo.
Si fuera millonaria me encantaría tener una persona, llamémosle chef personal, que se encargara de organizarme todas las comidas, ellos si que saben cómo hacer divertida y deliciosa una dieta saludable, incluso podría arriesgarme a cambiar a una dieta vegana, es beneficiosa en muchos sentidos, me parecen ricas las preparaciones con proteína vegetal, pero para eso necesito mucha más creatividad y preparación, y ya saben que de eso carezco un poco.
Ahora bien, la comida de restaurantes o los mismos domicilios tienen su encanto. Si hay algo que disfruto es salir a comer y aunque resulta ser mucho más costoso y menos saludable, si que vale la pena. La vida es un equilibrio, un balance y ser psicorrígida con la alimentación ni lo recomiendo ni jamás me ha funcionado.
Comer saludable si, pero negarse a los placeres no, y para ser más precisa aún, darse gustos sí, pero excesos no. Jamás me dejaré de comer un buñuelo en Navidad, tampoco dejaré de probar el postre, comerme un pedazo de pizza o una hamburguesa, ni tampoco me negaré tomarme de vez en cuando una gaseosa, lo que sí haré es tratar de ser la mayoría del tiempo lo más saludable posible, y escuchar mi cuerpo para entender cuando necesita salirse de ese juicio.
Los alimentos naturales y la comida hecha en casa, por default, brindarán beneficios a largo plazo a quienes los adopten. Los buenos hábitos alimenticios son difíciles de adquirir y más aún de sostener, pues dependen en gran medida de nuestra mente, convicción, y del entendimiento sobre cómo funciona nuestro cuerpo: qué le beneficia o le hace daño.
Con excepción de quienes han estudiado nutrición, me atrevería a decir que los demás somos víctimas de la confusión que hay con respecto a las reglas alimenticias. Han ido cambiando tanto, nos han hablado de tantas cosas y hay tanto expertos en el área que se contradicen entre sí, que ya ni sabemos discernir. ¡Qué confusión! Sin exagerar, ahora existen teorías de que todo hace daño. “Que las frutas, el pan, el agua, las carnes, verduras, que montón de información”.
He decidido quitarme ese karma de encima e irme por lo que me dice mi intuición. Sin complicarme tanto la vida, me voy por las opciones naturales antes que por las comidas procesadas, y siempre que pueda darle a mi cuerpo, comida hecha en casa.