MI SELECCIÓN DE NOTICIAS
Noticias personalizadas, de acuerdo a sus temas de interés
Escrito por: Carolina Murgueitio
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el embarazo temprano es aquel que se da durante la adolescencia, que es el período de crecimiento y desarrollo humano después de la niñez y antes de la edad adulta, entre los 10 y los 19 años. Según esta misma organización, alrededor de 16 millones de mujeres adolescentes de 15 a 19 años y aproximadamente un millón de niñas menores de 15 años dan a luz cada año, la mayoría en países de ingresos bajos y medios. Las complicaciones durante el embarazo y el parto son la segunda causa de muerte entre las mujeres de 15 a 19 años en todo el mundo, y los hijos de madres adolescentes se enfrentan a un riesgo considerablemente superior de morir que los nacidos de mujeres de 20 a 24 años.
Más allá de una situación en que las mujeres adolescentes tienen derecho a vivir su sexualidad de manera responsable y que existen connotaciones sociológicas en las que una chica no está preparada para hacerse cargo de un hijo o hija, según lo establece Save the Children, el embarazo en la adolescencia puede también tener repercusiones sociales y económicas negativas ya que muchas adolescentes que se convierten en madres se ven obligadas a dejar de estudiar.
Una adolescente con escasa o ninguna educación tiene menos aptitudes y oportunidades para encontrar un trabajo y ello puede generar un costo económico para el país, debido a que se dejan de percibir ingresos anuales que una mujer joven hubiera ganado a lo largo de su vida de no haber tenido un embarazo temprano.
Es decir, el fenómeno es materia de atención de políticas públicas porque también se ha demostrado que es un vehículo para perpetuar la pobreza de generación en generación. En efecto, a escala mundial el embarazo temprano es reconocido como uno de los principales obstáculos para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Colombia no es ajena a la problemática; en 2015 en la tasa específica de fecundidad en mujeres de 15 a 19 años en países de desarrollo, según datos del Banco Mundial, ocupaba el décimo puesto entre 30 países por debajo de Chile y Perú y muy por encima de México o Argentina. Si bien nuestro país ha tenido avances en la prevención y aunque se tienen indicadores esperanzadores, ya que se ha identificado una tendencia decreciente en las tasas de fecundidad en el grupo de mujeres de 15 a 19 años, según Profamilia, existe una gran preocupación pues en el grupo de niñas de 10 a 14 años el fenómeno ha venido aumentando.
Recientemente, las Universidades de Los Andes y del Rosario publicaron el libro “Embarazo temprano, Evidencia de la Investigación en Colombia”, edición académica de las profesoras, ambas doctoras (PhD) Carmen Elisa Flórez y Elvia Vargas Trujillo con la colaboración del también doctor en economía Darwin Cortés y la psicóloga María Carolina Ibarra (http:// dx.doi.org/10.30778/2019.20). El libro es una muy completa recopilación de evidencia y análisis de la problemática en el país desde diferentes dimensiones y disciplinas y en el mismo se presentan de manera soportada y sustentada las tendencias del fenómeno en el país en las últimas dos décadas, la evidencia disponible para prevenirlo y los principales retos de cara al futuro.
Parte de la evidencia de la prevención del embarazo temprano fue aportada en el libro por investigadores de Econometría Consultores quienes tuvieron a su cargo la escritura de “Una estrategia del sector salud para la prevención del embarazo temprano: los servicios de salud amigables para adolescentes y jóvenes en Colombia” cuya base fue la evaluación de estos servicios y que en 2014 fue reconocida como una de las 10 mejores evaluaciones a escala mundial; y, “Una iniciativa intersectorial para la promoción de los derechos sexuales y reproductivos: el Conpes 147 del 2012 como estrategia para la prevención del embarazo temprano”.
Con las evaluaciones Econometría Consultores contribuyó a evidenciar, entre otros temas, que se si bien en el país los servicios amigables para jóvenes son altamente pertinentes, se requiere incrementar la cobertura de servicios de salud y modificar las barreras financieras y socioculturales para la población más joven; en particular, aquellas que están relacionadas con la calidad del cuidado que se ofrece y los sesgos de género por parte del personal que lo provee.
También se evidenció en la línea de base del Conpes 147 que la mitad de los adolescentes han iniciado su actividad sexual penetrativa y apenas la mitad de ellos utiliza siempre métodos anticonceptivos y un porcentaje menor utiliza siempre condón por lo cual es imperativo fortalecer la educación y fomentar competencias para la toma de decisiones autónomas y responsables.
Si bien en la publicación existen más resultados de investigaciones, el país debe seguir generando evidencia incluso a través de evaluaciones de impacto con métodos recientes desarrollados por la teoría económica, por ejemplo, ejercicios experimentales aleatorizados controlados que permitan establecer de manera rigurosa las relaciones de causalidad de las políticas públicas.
Especial atención deberá prestarse a la evidencia del impacto de políticas integrales e intersectoriales dirigidas a fortalecer la educación, la toma de decisiones y en evitar la deserción escolar de los adolescentes. Al respecto en la publicación la doctora Vargas presenta la evaluación del Programa de educación sexual del sistema educativo colombiano y evidencia las grandes falencias y desafíos que aún persisten.
Otros grandes desafíos son aquellos relacionados con la cobertura en salud, la información adecuada y para lo que es de aún mayor imperatividad, la construcción y realización de proyectos de vida que garanticen los derechos de la población joven de Colombia.