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Una profesora de música que enseña violín a las niñas y niños, una profesional en belleza que da trabajo a otras y enseña el oficio, un abogado que organiza con otros una fundación, son unos pocos ejemplos de las personas emprendedoras, empresarias, profesionales o conocedoras de oficios que llegaron a Colombia provenientes de Venezuela. Ante la migración, una sociedad tiene una oportunidad para crecer, enriquecerse y diversificarse. Para Colombia es indispensable continuar en la senda de la inclusión de la población migrante venezolana.
En 2024, según cifras de Migración Colombia, 2,86 millones de migrantes venezolanos y venezolanas viven en el país, lo que en perspectiva es equivalente a la población de Medellín y su Área Metropolitana. Esta población se ha distribuido en las zonas urbanas del país, que en orden descendente serían Bogotá, Medellín, Cúcuta, Barranquilla, Cali, Cartagena, Bucaramanga, Santa Marta y Riohacha. Para cada una de estas ciudades la situación es diferente. Por ejemplo, en Cúcuta y Riohacha, puntos de entrada claves, se enfrentan desafíos para ofrecer oportunidades de empleo e infraestructura social. En estas ciudades se presentan tasas de pobreza de la población migrante de 85% y 78% respectivamente. Bogotá y Medellín, en contraste, ofrecen un mejor acceso al empleo formal, aunque con desafíos en otros aspectos como vivienda y atención médica.
En términos de política pública se ha recorrido un camino sobresaliente, tanto desde lo nacional como desde lo local, con un fuerte apoyo de la cooperación internacional. Desde una primera etapa de atención de emergencia entre 2015 y 2018, se pasó entre 2018 y 2021 a una política de mediano plazo con propósitos más inclusivos Luego con el Conpes 4100 de 2022 se evolucionó a una política de largo plazo que retoma las brechas de política pública y análisis institucional, pero formulada a 10 años vista, con vocación de permanencia. Estos esfuerzos se han complementado con campañas y directrices para combatir la xenofobia.
Un paso indispensable para la inclusión fue la expedición del Estatuto Temporal de Protección de Migrantes y la oportunidad de contar con un Permiso de Protección Temporal (PPT), con 10 años de vigencia, que le permite al migrante permanecer en el país y acceder al mercado laboral formal, así como a los servicios de bienestar social del Estado. En lo local, por ejemplo, los Centros Intégrate ofrecen un espacio de orientación y asesoría, así como de protección.
Diversas consultas realizadas muestran que los migrantes en ciudades como Medellín y Barranquilla sienten un mayor sentido de inclusión, gracias tanto a los esfuerzos comunitarios como en parte a las políticas locales. En comparación, en Cúcuta sienten prejuicios arraigados, debidos a la escasez de recursos y la abrumadora magnitud de la migración. En Bogotá, también se percibe xenofobia. La población local siente que la afluencia de migrantes compite por empleos y servicios. En 2022, un estudio reveló que 12% de los migrantes denunciaron incidentes xenófobos, y algunas voces se pronuncian en medios de comunicación y narrativas políticas enmarcando a los migrantes venezolanos como contribuyentes a la delincuencia, lo que amplía los estereotipos negativos que aumentan los prejuicios sociales.
Un espacio altamente vulnerable es el educativo, en donde, a pesar de los esfuerzos realizados, aún se presenta xenofobia hacia los migrantes venezolanos. Las niñas y niños venezolanos se enfrentan a veces a intimidación, aislamiento social o a comentarios discriminatorios por parte de sus compañeros, y algunos profesores también contribuyen a ese ambiente hostil. Se debe avanzar hacia la empatía, el reconocer y visibilizar al otro, resaltar las narrativas sobre las contribuciones de los migrantes venezolanos es un camino hacia la construcción de una sociedad en donde todos tenemos cabida y en donde se aprovechan los beneficios potenciales de la migración.
La desinformación alimenta la estigmatización de las personas migrantes. La gran mayoría de los migrantes venezolanos se está integrando de forma pacífica y productiva, pero, por ejemplo, las noticias sobre la nacionalidad de delincuentes llevan a una percepción equivocada que vincula el aumento en delincuencia con la migración venezolana. Pensar que los migrantes venezolanos quitan empleos a los colombianos es un error, diversos estudios muestran que los migrantes ocupan puestos en sectores con alta demanda de mano de obra, como construcción, servicios domésticos y comercio informal.
La mayoría de los migrantes buscan adaptarse a la cultura, seguir las normas y valores, pero igualmente enriquecen la diversidad cultural del país. Los migrantes venezolanos han estimulado las economías locales, han aumentado la demanda de bienes y servicios, han aportado creatividad. El 90% de los migrantes en edad de trabajar se encuentran empleados aportando al crecimiento de las empresas. Estimaciones recientes muestran que en 2022 aportaron 2% del ingreso fiscal del país, con un potencial de contribución del doble en la medida que aumenta la inclusión.
Los desafíos siguen siendo importantes para la población migrante venezolana, que es en promedio más joven que la colombiana, y con un nivel educativo promedio similar. Tal vez el mayor reto es la generación de ingresos. El acceso a empleos formales tiene barreras a derrumbar en el reconocimiento de títulos académicos o certificaciones laborales, en la carencia de referencias laborales y antecedentes, en el acceso a crédito, y por supuesto, en las situaciones de discriminación.
La misión de cada colombiano es reconocer, acoger y proteger a Ana, Pablo, Karina, Juan, Manuel, Nelly, Maria y tantos otros migrantes, y que al final del día estas personas sientan que Colombia es su nuevo hogar, que se enriquece al saber un poco a hallacas y a arepa rellena, al bailar un poco más de joropo y tratarse como panas.