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La realidad del covid 19, a la que ha sido necesario adaptarse por todos los agentes de la sociedad, ha retado a unos más que otros pues las condiciones no son iguales para todos. Uno de los sectores con mayores retos es la atención a la primera infancia, y en particular los niños de familias pobres.
Múltiples estudios han demostrado que las inversiones en la primera infancia son fundamentales: lo que pasa en los primeros años tiene efectos en el largo plazo y puede ser influenciado de manera contundente por choques severos.
Estas inversiones y la implementación de las políticas públicas, que son particularmente importantes en estos tiempos de crisis, se han visto afectadas por el confinamiento pues los niños y niñas no han podido asistir a los establecimientos de educación inicial en donde reciben estimulación, relacionamiento con sus pares a través de juegos y enseñanzas.
Estas pautas se han trasladado a casa en donde los padres también atienden sus trabajos, y requieren de apoyo para poder llevar a cabo estrategias que impidan que el desarrollo temprano se vea truncado. En estos tiempos, es importante involucrar a los niños en actividades que disminuyan el estrés y se creé gradualmente un ambiente donde el aprendizaje pueda continuar.
La pandemia y la nueva normalidad han hecho aún más evidente la necesidad de involucrar a las comunidades en la realización y aplicación de las intervenciones dirigidas a los primeros años. Las intervenciones que tratan de cambiar el comportamiento individual, como las prácticas de crianza, tienen que encontrar los canales adecuados para enviar la señal correcta.
La confianza y el sentido de propiedad de la comunidad son fundamentales para su éxito. Esto se requiere siempre, pero es particularmente esencial durante la pandemia, que ha hecho más difícil la realización de muchas intervenciones.
De manera acelerada, los gobiernos y organizaciones han implementado estrategias de base comunitaria para la educación inicial en casa, por ejemplo, en la India la Fundación Pratham ha contribuido con diversas innovaciones al gobierno de su país con actividades diarias que prepara a los padres para continuar el proceso de aprendizaje de sus hijos incluso durante el cierre de la escuela.
A través de una serie de mensajes SMS y de WhatsApp, comparten contenidos centrados en actividades de aprendizaje práctico. Se involucran a los estudiantes en el arte, la música y el teatro, idiomas, matemáticas, y ciencias.
Otro importante punto de referencia es el programa Reach Up and Learn, que ha sido desarrollado por un grupo de investigadores con sede en Jamaica; a través de un paquete de capacitación que lo convierte en un programa eficaz y adaptable para entornos de bajos recursos, la intervención ha sido adaptada y evaluada con éxito en Bangladesh y Colombia, y fue adaptada y aplicada en gran escala en Perú. El Manual para padres, fue rápidamente adaptado a las condiciones de confinamiento y se ha valido de innovaciones remotas.
Los gobiernos deberían utilizar la infraestructura y las intervenciones existentes para determinar los canales adecuados para realizar intervenciones eficaces que lleguen a los hogares y a las comunidades en que viven. En Colombia, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y el Ministerio de Educación (MEN) han generado también estrategias cuyos resultados están en proceso de evaluación.
El MEN ha puesto a disposición de todos los docentes, directivos docentes, padres de familia y cuidadores una serie de guías imprimibles para trabajar en educación inicial. A su vez, Mis Manos te Enseñan del ICBF, es un espacio de aprendizaje donde los cuidadores encuentran prácticas de crianza positiva para interactuar con niños, niñas de acuerdo con su edad, así como consejos, orientaciones y recomendaciones de cuidados, prevención de riesgos, resolución de conflictos y sana convivencia en el hogar.
Estas estrategias en medio del confinamiento requieren de prácticas de cuidado colectivo, que hacen posible la sostenibilidad de la vida cotidiana, con estrategias de abajo hacia arriba, que buscan producir respuestas colaborativas, descentralizadas y solidarias.
Mas allá de la provisión de servicios que puedan brindar los gobiernos, o escalar una política pública, la clave es lograr actuar e incidir sobre la cotidianidad de las familias a través de la apropiación que tenga la misma comunidad y para ello se hace necesario utilizar los canales existentes.
Es allí, donde la gran infraestructura comunitaria con que cuenta nuestro país desde hace muchos años como las madres líderes del Programa Familias en Acción a través de quienes se ha establecido una fuerte red y madres comunitarias del ICBF cobran gran preponderancia.
En el caso de las madres comunitarias que son las encargadas de administrar y cuidar los hogares del ICBF, existen alrededor 58 mil madres comunitarias que atienden a 750 mil niños en los distintos hogares del instituto. Esta inmensa cantidad de niños y niñas que cuidan son de hogares de bajos recursos que deben dejar a sus hijos en estos hogares para poder trabajar.
La diferencia es que, en pandemia, ellas no reciben a los niños en el hogar comunitario, y ya no juegan con ellos, ni les da desayuno, almuerzo y refrigerio, sino que ahora su trabajo consiste en llamar todos los días a los padres familia de los niños y niñas que tienen a su cargo, preguntarles cómo se sienten, cómo están creciendo, como se encuentran de salud y si están comiendo bien.
Ello exige que las madres comunitarias tengan todos los medios económicos, técnicos y de formación para que a través de sus llamadas puedan ejercer su poder comunitario de acompañamiento, solidaridad y apoyo a las familias. Si bien el ICBF a través del Icetex, ha lanzado un desarrollo de las convocatorias para efectuar programas para cualificar al talento humano que se encarga de la educación inicial, entre ellas las madres comunitarias, aun no se conoce la magnitud y el resultado de este programa.
De otro lado, los desafíos estructurales del país como las barreras de conectividad afectan la labor en pandemia de las madres comunitarias. En un estudio de Telesemana se encuentra también que, para 2019, había 66,3 millones de líneas de telefonía móvil y de estas el 78,9% de las líneas eran pre pago. Ello antepone la necesidad de prever que las madres comunitarias puedan contar con estos medios para ejercer su labor.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) recientemente ha publicado un completo análisis de las diferentes estrategias y retos de la atención a la primera infancia identificando además oportunidades de transformar los servicios, buscando que sean más costo efectivos equitativos y resilientes. Algunas de estas estrategias e innovaciones y en particular en el entorno colombiano, serán tratadas en una siguiente entrega de esta columna.