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Autores: Arturo García, Nury Bejarano y Cristhian Contreras
En el libro “Colombia después de la pandemia: la urgencia de lo estructural” se plantea que el país tiene “Una ventana de oportunidad en el sector agropecuario” (Econometría, 2021). La apuesta por los recursos energéticos (que viene de hace muchos años) no tiene mucho futuro: en carbón se cuentan con importantes reservas, pero tiende a prohibirse mundialmente por los efectos sobre el calentamiento global; en petróleo las reservas no superan los siete años. Con la reactivación económica post pandemia, se tiene una gran demanda de petróleo e incluso de carbón, que no durará mucho, en particular si se avanza en los acuerdos de la COP26.
Buscando alternativas, cuando se compara la dotación de los factores de producción de Colombia respecto a países con los podría estar compitiendo se encuentra que: tenemos una mano de obra cara, en vías estamos en los últimos puestos del ranking mundial, la inversión en ciencia y tecnología es vergonzosamente baja; y nuestros costos de energía están entre los más altos. En lo único que tenemos una real ventaja comparativa en es agua, tierras (FAO, 2011) y una ubicación geográfica que nos permite producir todo el año, en todos los pisos térmicos.
Si el país quiere aprovechar sus ventajas comparativas debe apostar por el sector agropecuario; lo cuál es la base para generar más empleos, incrementar los ingresos y aumentar exportaciones. Así mismo, se lograrían encadenamientos con la agroindustria y se evitarían las desventajas de centrarse en productos básicos (no generar valor agregado, perdida de términos de intercambio, baja diversificación, etc.).
Si la situación es tan clara, ¿por qué el país no ha hecho la apuesta por el sector agropecuario donde se aprovecharían las ventajas comparativas? Justin Lin en el texto Economic Development and Transition (Lin, 2009) tiene un planteamiento interesante al respecto. Considera que el desarrollo se logra cuando se tienen políticas alineadas para aprovechar las ventajas comparativas; sin embargo, estas políticas solo se adoptan cuando el país no tiene otra opción. La disponibilidad de recursos, en el caso de Colombia provenientes del petróleo y en menor medida del carbón, permiten pensar en mundos ideales donde el desarrollo es sinónimo de tener actividades con tecnología de punta, así las escalas, el mercado o los costos no soporten esas opciones.
¿Significa que debemos pasar por los costos de una crisis para adoptar políticas que propicien un desarrollo sólido, soportado en las ventajas comparativas? La crisis está en el horizonte, sin ser inminente. Con una balanza comercial negativa y creciente, y un alto endeudamiento, el país necesita buscar alternativas de desarrollo.
En este escenario se tienen dos opciones: a) esperar hasta que efectivamente estalle la crisis y en ese momento tomar medidas de fondo; o b) anticiparse a la crisis e ir creando las condiciones para hacer una transición lo menos costosa posible. Las próximas elecciones presidenciales determinarán que camino seguir.
Si se aplazan los ajustes hasta el momento de la crisis, no hay mucho más que decir, salvo que se advirtió. En caso contrario, en el escenario de anticiparse a la crisis, las actividades minero-energéticas seguirán a un nivel alto, pero con una tendencia decreciente. Se tendrán unos pocos años para un gran ajuste estructural. Esos años (tal vez algo menos de 10) deben aprovecharse para ir creando las condiciones y validar por medio de pilotos alternativas de desarrollo productivo que puedan escalarse.
Para crear las condiciones, primero se deben evitar los efectos tipo enfermedad holandesa asociados a la explotación del petróleo. En particular se debe: evitar la revaluación, promover actividades contra cíclicas; y ver estos ingresos como una fuente de financiación para las nuevas apuestas de desarrollo.
Considerando el sector agropecuario, se debe afianzar el ordenamiento territorial a partir de, por ejemplo: a) procesos de aglomeración en las zonas rurales; y b) definición de la vocación del uso de las tierras y conflictos de usos, de acuerdo con el uso real. Adicionalmente avanzar y consolidar el catastro rural multipropósito.
A la vez que se crean condiciones deben irse validado opciones productivas, pues será la fuente de generación de riqueza. En lo que respecta a los “qué´s”: a) apostar por la inclusión productiva como base para la inclusión social; b) buscar grandes impactos, que sean factibles y permitan la propagación; y c) todo proyecto debe tener posibilidades de gran escalamiento. En lo que corresponde a los “cómo´s”: a) más que cobertura, se deben lograr efectos demostración para su propagación; momento en el cual, el énfasis del gobierno será la provisión de bienes públicos como extensión rural para potenciar la propagación; y b) trabajar con pilotos que además de probarlo, analicen las condiciones en que se podrían replicar.
Esto es lo que puede hacer un próximo gobierno. El escalamiento corresponderá al gobierno que inicie en el 2026. Por el bien del país, esperemos que la crisis no estalle antes y que quien llegue a la Presidencia en el 2022 sea un estadista visionario.