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Analistas 20/09/2022

El clima

Edgar Papamija
Analista

El mundo mira con preocupación, pero sin temores, como debía hacerlo, el futuro climático. Los especialistas coinciden en sus premoniciones apocalípticas y miran hacia 2050 con la esperanza de que no ocurra lo que seguramente ocurrirá, cuando nuestra casa, como la llama Francisco, eleve su temperatura entre 1,5 y 2 grados centígrados. El Grupo intergubernamental sobre la evolución del clima, Giec, va mucho más allá, pues anuncia que el desarrollo del proceso industrial seguirá su curso normal generando gases de efecto invernadero, porque no hay forma de evitar o prohibir que los países en desarrollo tengan lo que los países desarrollados ya tienen. En ese orden de ideas alcanzaremos, antes del año cincuenta, los terribles dos grados adicionales; y si sobrevive la humanidad, o parte de ella, tendrá que soportar incrementos de temperatura entre 2,5 y 7,8 grados centígrados.

Lo alarmante no es la anunciada catástrofe que cada día se toma foros científicos y charlas informales. Lo verdaderamente desconcertante es la indolencia de la dirigencia mundial y la ceguera del capitalismo orbital, obstinado por acumular tesoros, seguramente para alimentar las piras del siglo XXII.

No sé si el país verá como un acierto o un embeleco, el empeño del actual Presidente de la República que tiene absolutamente claro el tema del cambio climático y que, acorde con su estilo profesoral, predica sobre los riesgos de no adoptar políticas responsables frente a “la crónica de una muerte anunciada”.

Las disquisiciones de Petro sobre el clima pareciera que también afectan el clima político - social y generan tormentas de pronóstico incierto. Hay un ambiente ambivalente cargado de incertidumbre. El ciudadano de a pie se siente cómodo, con derecho a destapar todo lo que le incomoda. Botó el tapabocas y disfruta la postpandemia Duque, opinando sin temor alguno. El campesino, el indio, el afro, el diferente, sienten un Presidente cercano a sus cuitas y confían que muy pronto llegará la brisa fresca de las soluciones mágicas. Eso puede ser positivo, pero a la vez preocupante.

El Gobierno trasmite cercanía, pero le falta ejercerla. Si Petro predicara menos y confesara más, oiría menos a los conversos y alejaría el riesgo del efecto invernadero que generan ciertos colaboradores manipulando las cortinas de palacio y que, además, distorsionan la insustituible visión periférica. Es claro que la sensatez señala la inconveniencia de adelantar juicios prematuros, pero las expectativas del revolcón son demasiadas.

Las reformas anunciadas se ajustan a esas expectativas, pero hay la sensación de que se improvisa en temas fundamentales y se arriesga demasiado llevando a las altas posiciones del Estado, personajes que emergen de la penumbra política sin cumplir mínimos niveles de idoneidad. Lo decimos, amplificando los murmullos de la calle que como lo hemos afirmado, cree tener derechos nuevos y por ende estará dispuesta a expresarse enérgicamente cuando se sienta frustrada. Petro conoce el país pero confía en comediantes profesionales que han vivido del proscenio. ojalá su generosidad no sea defraudada. De todas maneras, no sobra esperar que, como se propone hacerlo con el diálogo regional en la formulación del Plan de Desarrollo, en la toma de otras decisiones, le ponga sin interferencias, el oído a la tierra.

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