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Analistas 15/02/2012

Justicia: reformarla sin desconocerla

Edgar Papamija
Analista
La República Más
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La sentencia del coronel Plazas Vega proferida por el Tribunal Superior de Cundinamarca es además de controversial, inoportuna. Leyendo el salvamento de voto del Magistrado Lara Acuña, queda la sensación de que no hay en el proceso pruebas que ofrezcan la certeza de hechos punibles por parte del acusado que permitan dictar sentencia condenatoria; pero además, las determinaciones que tomó el Tribunal y que tienen que ver con el perdón que deben solicitar las Fuerzas Armadas y con la solicitud extemporánea a la Corte Penal Internacional para que juzgue al presidente Betancur, suscitan tantas dudas y temores que no es fácil opinar sobre este tema sin que se corra el riesgo de aparecer desconociendo la justicia, o peor aún, fungiendo como enemigo de las Instituciones o insolidario con las víctimas de un hecho execrable como lo fue la toma del Palacio de Justicia hace más de veintiséis años.Se equivoca el Presidente y el Gobierno cuando, en caliente, salen a cuestionar un fallo que, por controversial que sea, debe ser acatado. Sumarse a los que en mala hora resolvieron desafiar nuestra justicia para intentar desconocerla como idónea para castigar sus pecados es también peligroso e inoportuno. La Corte Suprema de Justicia tendrá la oportunidad de revisar la sentencia mencionada y aplicar lo que a su juicio convenga a los implicados: víctimas y sindicados, para que retorne la calma y prevalezca la majestad de la justicia. Lo demás es jugar con candela y ya tenemos suficiente con las llamas que abrazaron la justicia en la fatídica toma. Lo que toca ahora es encontrar la verdad y afrontarla para que, desde este doloroso episodio, iniciemos el esquivo camino de la reconciliación nacional. Queda claro también que el país no puede, sin correr el riesgo de equivocarse en materia grave, seguir con una justicia en las condiciones que hoy presenta. Tratar de encontrar la verdad después de veinte años, en los episodios más trágicos de nuestra historia reciente, no parece lógico ni aconsejable. Cuando uno lee las sentencias de primera y segunda instancia en el caso Plazas Vega, percibe cómo en el tiempo van desapareciendo y apareciendo conjeturas, apreciaciones, indicios, señalamientos, testimonios, que modifican sustancialmente, al menos en el lector desprevenido, las que inicialmente se suponían verdades irrebatibles, para terminar en un mar de incertidumbres. Los quince e incluso dieciséis desaparecidos del comienzo de esta historia de horror, se convierten primero en once, luego en ocho, para terminar en dos, según el Tribunal, y en uno según el magistrado Lara Acuña.Lo anterior nos obliga a pensar que se debe retomar el proyecto de reforma a la Justicia, sin la arrogancia del Ministro de Gobierno, sin la elasticidad del Ministro del Justicia, sin el oportunismo del Congreso y sin la prepotencia de las Cortes para encontrar las fórmulas de la conciliación que permitan, a una sociedad altamente conflictiva, restablecer plenamente ese principio fundamental de estabilidad institucional.El país tiene claro que la reforma no puede servir a los intereses subalternos de la clase política, que pretende blindarse; ni a los caprichos de quienes en la rama judicial han introducido maniobras incompatibles con su majestad e incorruptibilidad; mucho menos a los que, desde afuera, atizan la hoguera para levantar cortinas de humo que oculten aviezos propósitos de eludir la acción de la justicia.

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