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Definitivamente cada vez son más tenues las fronteras entre izquierdas y derechas, pues ahora la gran diferencia está en el tipo de manilla que porta el ciudadano que resuelve hacer pública su georreferenciación política. El gobierno de Petro, adoptó la cómoda posición de intentar el cambio propuesto, poéticamente en la tribuna, sin romper lazos con la vieja clase política, incluso la más cuestionada, corriendo el riesgo de ser descalificado por sus más fervientes discípulos. El Presidente tiene su propio credo que no coincide siempre con la doctrina de sus correligionarios. Es característica su propensión a sorprender, dejando constancia que su voluntad no pasa por el filtro de las consultas y eso desconcierta a sus electores.
El trámite de las reformas ha mostrado su talante y a ellas ha dedicado más que su tiempo, sus insomnios. La reforma tributaria fue una buena experiencia que, gracias al ministro Ocampo, salió del terreno oscuro de las amenazas imprudentes, dando a luz una norma tributaria que deja inquietudes, pero que no destruye la fe en el futuro económico del país que era lo preocupante. Queda ahora en manos del Gobierno definir el rumbo de las inversiones, y tenemos fe que los recursos no se pulverizarán en una feria de subsidios, ni terminarán en bolsillos privilegiados acostumbrados a simular crisis para obtener beneficios.
Queda pendiente la reforma agraria, que tiene en Cecilia López una juiciosa y calificada ejecutora. Extrañamente desconcertó en un principio, hablando de una fantástica reforma de diez millones de hectáreas, que ha venido aterrizando, utilizando las herramientas legales existentes, en la nutrida legislación agraria y en los acuerdos de la Habana con las Farc.
En materia electoral, el gobierno mantiene su estilo. Muestra los dientes, pero permite que los nuevos petristas, ubicados en el alto gobierno, metan baza, dando como resultado una profusión de propuestas con claros beneficiarios, comenzando por la lista cerrada, nefasta en el camino de democratizar las elecciones a los cuerpos colegiados. Ya en el pasado el país padeció la tiranía del bolígrafo de los caciques, que mantuvieron somnolientos su curul hasta que los derrotó la senectud, imposibilitando la renovación de la clase política. Hoy serán peores las consecuencias de ese experimento, pues los partidos se convirtieron en fábricas privadas de avales, financiadas generosamente por el Estado y manejadas por sus fundadores, lo que les permite blindarse impunemente.
El otro esperpento es la entronización de la silla giratoria para que los nuevos agentes del cambio se eternicen en el Congreso, reservándose el privilegio de ubicarse en los primeros puestos de las listas como ya lo hacen descaradamente.
Para rematar, dos perlas: la financiación estatal que es la hipocresía disfrazada de legalidad, porque el mundo político sabe cuánto vale y cómo se financia una elección, y el articulito que permite a las mayorías hacer acuerdos para eliminar la competencia de las minorías.
Ojalá el Presidente, en el tema electoral como en los demás temas pendientes, no juegue a desconcertar y más bien, oriente a sus colaboradores a pensar más en cambiar y menos en seguir los pasos de la vieja clase.
Esperando lo mejor, en esta primera navidad zurda, deseamos felicidades a nuestros lectores.